Mi lado (oscuro) de la cama y mi mesa de luz es mi rincón preferido porque ahí tuve y (cruzo los dedos) tendré orgasmos de cualquier tipo y factor. Pero también es un gimnasio de pesadillas y sueños, todos mezclados con lo que hojeo en noches y días entre sábanas que son como lienzos blancos que
.
Dante.
es como Platero, pequeño, peludo y suave, pero también es la amenaza de expandirse en criaturas abominables, anarquistas, grotescas que brotan como
explosivo de su interior. Y encarna uno de los tipos de cine que me gusta habitar, la película
tóxica, descompuesta, que se viste de género para desviarnos, que parece pura ternura pero si te
y tiene la misma ferocidad arisca de un gato. Además,
es la gran película macabra de Navidad.
. Y, de paso, también pueden
, en su reciente visita a Mar del Plata.
Verticales contra la pared:
Krazy Kat 1919 - 1921: "A Kind, Benevolent and Amiable Brick" (compilación de tres años de las páginas dominicales de la mejor historieta del siglo
XX publicada en diarios);
Weird Tales of The Ramones (treinta
historietistas e ilustradores dibujan sobre los Ramones, incluyendo
cómic en 3D, una compilación de canciones en tres discos y un documental sobre la mejor banda del siglo
XX);
Los pequeños macabros de
Edward Gorey (versión castellana en formato original -yo tenía la inglesa en formato adaptado- del libro clave del artista en la sombra más influyente del siglo
XX -a vos,
Tim Burton, te estoy hablando-, que me regalaron para mi cumpleaños gente que quiero);
John Waters de
Todd Oldham (ensayo fotográfico sobre la casa de
Waters, también un fanático de las
navidades. Este libro-objeto es éxtasis total, y esta foto donde muestro mi casa es un homenaje a
Waters visto por
Oldham, que exhibe bibliotecas y libros dispersos por toda su casa. Tiene prólogo de la gran
Cindy Sherman).
Verticales en medio de las pilas horizontales:
The Man Who Grew His Beard de
Olivier Schrauwen (la primera edición estadounidense de un
historietista belga increíble: mi libro favorito del año, por lejos);
Taking Punk to the Masses. From Nowhere to Nevermind. A Visual History from the Permanent Collection of Experience Music Project de
Jacob Murray (fotos de objeto e imágenes de la historia del
punk, simpático, bien documentado);
Hägar the Horrible. Dailies 1976 to 1977 de
Dick Browne (tiras diarias de
Olaf el vikingo, que además de una clase magistral de síntesis de trazo y humor, es un personaje que me calienta horrores).
Verticales, enfrente de la pila horizontal al lado del 2:
Comic Book Guy. The Comic Book #1 de
Matt Groening y otros (en 2010, mi personaje favorito de
Los Simpson tuvo una serie de
cómics como
protagonista. Empezaron parodiando tapas de historietas célebres, en este caso es el #1 de
Los Cuatro Fantásticos).
Horizontales, pila al lado del 2, de abajo hacia arriba:
Krazy Kat & the Art of George Herriman de
Craig Joe (tiene prólogo de
Bill Watterson, con eso está claro el valor del libro);
Destroy All Monsters Magazine (compilado de las
publicaciones underground de esta banda
protopunk de 1973 de
Detroit, una suerte de
Aleph del
fanzine punk, mi segundo mejor libro del año);
Four Color Fear. Forgotten Horror Comics of the 1950's de
Greg Sadowski (compilado de historietas de terror
cincuentosas, tiene algunos hallazgos de
Jack Cole y no hay necesidad de ponerse retro para apreciar la genialidad viñeta a viñeta);
Ghost World. Special Edition de
Daniel Clowes (la historieta original
solita es oro en polvo, con los extras que trae en esta edición es como viajar a la luna en moto);
Take a Joke. Vol. 3 of the Collected Angry Youth Comix de
Johnny Ryan (el
historietista más bestial del mundo, que puede hacer el dibujo más terrible mientras narra mordiéndose la cola de cascabel para salir volando como un
frisbee venenoso que se te clava hasta partirte en cuatro de risa incorrecta);
What Were They Thinking?! de
AA.
VV. (un
grupete de graciosos que le cambian los textos de los globos de historietas viejas de género: una idiotez simpática);
Scrublands de
Joe Daly (un
historietista sudafricano que no sabemos bien con qué se droga, algunos dicen que fuma lo mismo que
Crumb. Lo cierto es que si el resultado son esos
comix, lo mejor es probarlo a ver si nos hace el mismo efecto);
100 veces Pappo de José Bellas y Fernando
García (gran
rejunte que da con el mapa
fierrero con que -nos ponemos de pie- El Carpo dejó su marca en esta tierra de nadie. Viene con ensayo bombástico de Pablo
Schanton);
Big Baby de Charles
Burns (pequeño juguete macabro, sin tanta vuelta como otros del autor, dibujado para volver a creer en ese niño perverso que fuimos y seremos);
The House of Mystery (de reciente adquisición, espera que le pegue una leída atenta. Dibuja uno de mis
sex symbols preferidos:
Sergio Aragonés);
Princesa ama a Princesa de Lisa
Mandel (fábula romántica estilo cuento infantil con mil piruetas de imaginación sofisticada y estilo visual cercano a una versión europea de
Roberta Gregory);
All-American Hippie Comix (compilado de historietas
lisérgicas y
fumonas de
Dope Comix con prólogo de
Timothy Leary: flor de
trip);
Madman vol. 2 y 3 de
Michael Allred (el volumen 1 lo saqué de la
mesita de luz porque lo leí como tres veces y pensé que me iba a volver loco si seguía releyendo en
loop. Me conmueve cada línea de
Allred, todos sus bichos y giros narrativos, y los colores de su esposa Laura me hacen explotar las pupilas gustativas);
A Waste of Time de
Rick Worley (un conejo
homoerótico espera que le pegue una leída, creo que será en estas
mini-vacaciones);
Bad World de
Warren Ellis (no sé por qué me compré esta
garcha, si alguien lo quiere se lo vendo o se lo cambio por algo; si ese alguien tiene
sobrepeso de más de veinte kilos y más de cuarenta años, ese algo puede ser sexo);
The Complete Wendel y
From Headrack to Claude: Collected Gay Comix ambos de
Howard Cruse (este tipo también tiene un par de historietas en
Dope Comix y estos dos libros completan la historia
gay de la segunda mitad del siglo
XX con un perfecto punto de vista político a partir de situaciones de
sitcom con un estilo
cartoon explosivo);
Batman Retroactive 1970s (al caballero de la noche le tengo apego, no me lo quiero sacar de mis pesadillas);
The Sensational She-Hulk vol. 1 de
John Byrne (a la grandota verde la quiero más que a ninguna
super-heroína, me picaría con ella, con eso les digo todo,
especialmente porque me hace reír como loca);
The Essential Dykes to Watch Out For de
Alison Bechdel (este no estaba en ese momento en la mesa de luz, pero lo puse porque estuvo durante más de un año, cuando decidí releerlo en inglés; la
Bechdel tiene una
inteligencia privilegiada para el dibujo, las tramas y los títulos de sus aventuras
lésbicas comunitarias que atraviesan lo esencial del siglo
XX queer).
How to Speak Zombie de
Steve Mockus y
Travis Millard (
audiolibro que enseña el lenguaje básico para sobrevivir en este mundo
zombificado).
Horizontales cerca de mi panza, de abajo para arriba:
The Steampunk Bible de
Jeff Vandermeer con S. J.
Chambers (me interesan algunas pocas aristas del
steampunk, pero este libro es una
preciosura bien ilustrada);
Palookaville y
The Great Northern Brotherhood of Canadian Cartoonists, ambos de
Seth (el
historietista canadiense me vuelve loco, del primer libro leí la
continuación de
Clyde Fans, que es impecable; el segundo lo empecé varias veces pero sé que tengo que ponerme firme un día libre para leerlo de un tirón, aunque me da gusto volver a arrancar varias veces como forma de
relectura);
Please Kill Me de
Legs McNeil y
Gilliam McCain (guía oral y coral del
punk estadounidense, para releer las anécdotas que fundaron toda una
sensibilidad que me conmueve: hoja de ruta para desviarse);
Epilectic de David B. (
cómic autobiográfico, lo empecé un par de veces y me pone muy triste, voy a retomarlo con el estado de ánimo correcto, viene recomendado por Juan Manuel
Domínguez, que es garantía de calidad);
Paying for It de
Chester Brown (otro genio canadiense, que la rompe y la vuelve a armar con su
autobiografía en relación a la
prostitución, como siempre su sencillez y su falta de discurso
predigerido lo hacen salirse de cualquier tópico trillado y de la
linealidad. No es su mejor libro, pero tiene toda la dimensión de su
personalidad);
Role Models de
John Waters (ya he picoteado de sus páginas, encontré más complejidad de la que espero de un maestro perverso como él, eso me hizo frenar y esperar hasta poder dedicarle la lectura
atentísima que merece: leer a
Waters es como empezar de cero, como preparar una materia que no cursaste para rendirla libre).