viernes, 30 de julio de 2010

Punto Game


Salté una mata de pasto que interrumpía mi camino y me agaché justo cuando un murciélago amenazaba con voltearme. Subí las escaleras a tiempo para saltar un barril que rodaba hacia mí. Disparé hasta que las serpientes quedaron petrificadas y me permitieron rescatar el tesoro. Un pato salió del camino prefijado y tuve que pegarle un tiro. Salté el fuego para poder obtener la llave. Esquivé al gato que me perseguía para poder seguir comiendo mi queso; cavé el túnel que me permitió disfrutar de las cerezas. Esto podría ser el núcleo de mi biografía en 8 bits, la época en que era un aventurero de joystick. Digo que podría ser mi biografía, pero miento, porque podría ser la de cualquiera que, como yo, hubiese gozado del paquete turístico ColecoVision que lo llevó por Smurf: Rescue at Gargamel's Castle, Donkey Kong, Venture, Carnival, Montezuma's Revenge, Mouse Trap, Mr. Do! Si no entienden de qué hablo es porque no vivieron los '80 a pleno, o no los vivieron desde el principio, y ponerme a explicar una década sería eterno e improcedente (y, además, para explicaciones están los links). Sólo agrego algunas cuestiones biográficas: los recursos familiares no me hubiesen permitido nunca tener una consola de videogames en mi casa, y el azar quiso que herede el ColecoVision de unos primos que se fueron a vivir a España (la llegada del "Coleco" a mi casa fue como si un plato volador hubiese traído a ET a mi living de Barracas al sur). Como estaba algo atrasado en relación a la tecnología (el ColecoVision ya había fracasado, el Atari se impuso y ya era desbancado por la Commodore) me daba vergüenza confesar que todavía jugaba a cosas tan rudimentarias como "el Pitufo" o el Venture. Sin embargo, esos videojuegos los disfrutaba en la intimidad como un chancho (como el chancho que siempre fui), dedicando horas a repetir trucos para pasar de nivel, acumular records personales absurdos, siempre esperando el milagro de conocer el final del juego, esperando que sea un climax visual prodigioso, ese non plus ultra para el shock que mi imaginación había alucinado tantas veces. No pasaba casi nada, pero la excitación porque se quiebre ese tiempo de tics, de reflejos condicionados, de mero mohín tecno, en que se había convertido mi vida adherida al joystick, siempre era una esperanza para seguir pasando pantallas.
Después (qué importará el después) mi vida adolescente me fue llevando por el camino del flipper y al videogame lo dejé de lado, para siempre. Apenas tuve una recaída con el Tetris (con otra consola que no sé bien cómo terminó en mi casa), pero fue un período muy corto, yo ya estaba en otra. Pero no me pregunten por otras formas, cualquiera de ellas, del videogame hasta la era digital porque desconozco: nunca, nunca jugué a ningún otro, apenas algún solitario del Windows (y la Playstation es un país tan extraño para mí como Corea del Norte). Mi sensibilidad gamer es, lo admito a pesar mío, puramente retro (pero sin nostalgia alguna), quedó formateada en los 8 bits. Por eso me interpeló inmediatamente La princesa está en otro castillo!, la convocatoria del Centro Cultural Vendrás alguna vez, y realicé un dibujo para formar parte del ciclo. Lo aceptaron, así que este fin de semana me verán por allí, contento por primera vez de mostrar en público lo asquerosamente fanático que fui (que soy) de la aventura del basural pop del videogame.

domingo, 25 de julio de 2010

Salma Queen


Recién acabo de leer una nota de Mariano Kairuz en el Radar de esta semana, dedicada a Salma Hayek, a su retorno en no sé qué película. Con toda la justicia del mundo, la nota pone a Del crepúsculo al amanecer en primer plano para explicar el poder de la Hayek a partir del personaje de Satanico Pandemonium que ejerce con disciplina de pin-up infernal en ese peliculón de Robert Rodriguez. Escribe Kairuz: "Si la carrera de Salma Hayek se hubiera reducido a esa escena de vampiresa, puf, hubiera alcanzado para convertirla en un personaje de culto, su metro 57 de estatura estirado a proporciones sobrenaturales." Justiciera nota babosa. Y yo casi que me pongo nostálgico hasta humedecerme por desear querer volver a ver esa película en pantalla gigante, mirar a SH perreando en el cabarute azteca (y al bigote recio de Fred Williamson) para que todo se convierta en un festín diabólico a mil baldazos de sangre de la escuela cormaniana del cruce de género y comedia degenerada en su veta física de los '70.
Creo que con Kairuz vimos juntos Del crepúsculo al amanecer por primera vez en el cine Ocean, creo que también estaba por ahí Javier Porta Fouz. Lo seguro es que la vi en la última función de un miércoles de la semana del estreno, si ellos no estaban conmigo me los encontré a la salida. Y lo que tengo perfectamente nítido en mi memoria es que terminé esa noche fuera de órbita tras ese ejercicio inteligente de reciclaje que escupía chispas de autocine. No es que sea de respuesta discreta frente a las películas, pero creanmé que salí con los ojos en llamas: alguien entendía el lenguaje de la teenxploitation, podía reflexionar sobre ella sin quitarle peso a la acción. Me volví un fanático inmoderado, me gasté una tonelada de guita (en esa época estaba subempleado) en el cómic original, la banda de sonido y en las revistas Fangoria y Cinefantastique con notas y dossiers sobre ese exceso de ideas que había unido a Tarantino & Rodriguez. Parte de la crítica local la había maltratado o, en el mejor de los casos, ignorado. También, antes que volara de las salas, fui a verla al cine varias veces más, incluyendo la función más trash en la que alguna vez estuve (si exceptuamos las del sótano de la calle Montevideo donde funcionó temporalmente el cineclub Nocturna): fue en el cine Premier y cuando sonó "Cucarachas enojadas" de Tito & Tarantula, la gente coreaba mientras revoleaban lo que tenían a mano, fue una rebelión sincrónica y fumona. Por un momento, fuimos una secta de espectadores-vampiros que había coincidido para que la orgía de la pantalla se multiplicara en la platea oscura.
Otro día, alrededor de una década después, con otros amigos/as (Kairuz seguía estando ahí, firme junto al pueblo cinéfilo-trash), nos juntamos para ver en divx, ni bien se pudo bajar, Planet Terror (suerte de secuela de la experiencia anterior de Rodriguez & Tarantino) y el éxtasis fue similar, repetido en versión casera y catódica, pero con idéntica sensibilidad pirómana. Hoy, en la ansiosa y dulce espera de Machete de Robert Rodriguez y ¿Ethan Maniquis? (creo haber leído que en Estados Unidos se estrena el 3 de septiembre), evidente posible sucesora de aquellas bestias cinematográficas, espero volver a temblar. La furia de mi idolatrado Danny Trejo que ya despliega el trailer me asegura al menos un pasaje para descarrillar en un tren de alta velocidad. Ojalá que parezca otro accidente.

viernes, 23 de julio de 2010

Tecno-Pop


Con Miss Tacuarembó vuelven los ochenta pero sin ningún tipo de ironía, sin aggiornamiento ni culpa: la idea es retorcer la cultura tecnológica del videoclip hasta que lo gay explote como génesis de todo acto musical contranatura. Martín Sastre adapta ese pequeño novelón homónimo de Dani Umpi donde una telenovela de pueblo chico es filtrada por Parchís, Flashdance y Madonna hasta que se convierte en la tragicomedia pop de una vida perfumada por la intensidad y la melancolía. Algunos detalles más en la nota de Soy de esta semana.

sábado, 17 de julio de 2010

Escala (musical) Richter


Alerta meteorológico para esta noche: caerá nieve en cantidades industriales pero no exactamente desde el cielo. Porque cuando suene esa sinfonía en escala Richter que es Creo que te amo se va a producir el movimiento de las montañas que sacudirá los picos nevados para provocar otra vez ese alud llamado 107 Faunos. Y yo seré feliz como un muñeco de nieve.
¿Por qué tanta felicidad? Primero, porque sé que 107 Faunos es una pandilla que cree que la comunión es diversa o no es, porque la música no se limita a una escala de notas en su justo lugar, en su preciso momento, sino que amplían el pentagrama hasta volverlo anagrama, hasta que el enroque del tiempo y el espacio dispare una vibración del aire atrayendo a las alturas y a las profundidades. Sus recitales son como plegarias que invocan al vacío y al desorden (o sea, a todo y a nada) porque su sentido megalómano es extremistamente climático, o nos congelamos o nos prendemos fuego. Pero, a entender bien, no se trata de irnos al infierno o al cielo, sino que estos vengan a la tierra. El ruido de cada canción de esta pandilla es bien terrena, cada canción es un atajo vertiginoso hacia un paisaje bien definido, una escenografía diáfana (sino escuchen esas descripciones nítidas en letras que imprimen un bucolismo rural y suburbano) donde echar raíces para hacer crecer la mitología de este mismo mundo. A este lugar extremo sin límites, que sólo la música puede crear, es a quien está dirigida la insegura declaración de amor que da título al disco.
Y, repito, hoy el paisaje tendrá la blanca gelidez de los deshielos montañosos, donde los 107 Faunos resbalarán (como es su costumbre) con la perfecta complicidad de Rosario Bléfari, que ya sabe bastante de saludos en la nieve.
IMPORTANTE: Si quieren derretir las tundras de la mente leyendo sobre el disco Creo que te amo, acérquense a la hoguera de la inteligencia en llamas del profesor punk Agustín Masaedo, sólo tienen que hacer un clic en Cintas originales.

viernes, 16 de julio de 2010

No pasa naranja


Aunque a veces me considero una perra laika, la que está arriba no soy yo, es una perra católica del equipo naranja que, impulsado por la iglesia vaticana, fue a una marcha el martes pasado para tratar de imponer un papá y una mamá como fórmula familiar para todas las personas. Y yo también fui, pero para escribir esta nota para el suplemento Soy del triunfo.

Todavía faltan ocho cuadras para llegar a Plaza Congreso y ya se cruza la primera cuadrilla naranja: un grupúsculo integrado mayormente por adolescentes de un colegio secundario llevan una pancarta reclamando su derecho a tener un papá y una mamá. Hay pecheras o remeras arriba de camperas y pulóveres del uniforme que los revisten de un naranja casi flúo. Pienso que no pueden ser de los que les perdonan la falta por ir al acto, a no ser que vayan a escuela nocturna, porque el turno tarde debería haber terminado ya pasadas la 18:00. ¿O les dieron el día libre para que vayan? No lo sé, pero el desgano infinito que ponen para ir al Congreso me confirma que su compromiso en la marcha es poco genuino, que ese día es lo que es, un Martes 13: una vieja y morosa película de terror adolescente que ya no entusiasma a nadie, incluso no sirvió ni la promesa de los obispos de que en este caso el protagonista iba a ser el mejor villano, el Diablo. El terrorismo religioso parece estar perdiendo sus últimos adeptos. Tal vez por eso en los últimos días habían querido cambiar de género y pasarse al bélico; otra vez los obispos declarando que esto del matrimonio entre personas del mismo sexo se trataba de una “guerra“. ¿Se deciden por favor qué película vamos a ver? ¿O se trata de un aggiornamiento eclesiástico para tratar de captar a las nuevas generaciones y los sermones tienen la modalidad del zapping litúrgico, un poco de terror, un poco de acción?

De lo que no había duda era de la utilería, porque al llegar a la Plaza Congreso se veía que el color dominante de la puesta en escena estaba bien definido: globos, remeras, pechera, cartel, pancarta, bandera, banderita, vincha y gorra, todo naranja. Y tanto cotillón chillón, aunque la Plaza aún estaba despoblada, se imponía como afirmación cromática enigmática: ¿a qué viene tanto naranja? Me acerco a un cura hablando con tres mujeres y un muchacho y les pregunto qué significa el naranja. Gesto de incertidumbre, me responden al unísono que no tienen idea. Me doy cuenta de que se preocupan, que ponen cara de estar chupando un limón. Igual me quedo firme con cara de estar esperando una respuesta más válida. El cura, con el pelo teñido negro ala de cuervo en composé con su sotana, intercede por los que pecan de ignorantes: “Esa no es la pregunta que tenés que hacer, tenés que preguntar por qué estamos acá. Preguntale a él por qué está acá.” Y señala al único varón de los que lo acompaña, con su dedo infalible como brújula misógina. No quiero confrontar, obedezco la palabra del sacerdote y le hago la pregunta al treintañero señalado. Sigilosamente se aparta del grupo para responder; dice que está para apoyar una verdad que es científica. Me doy cuenta de que se aparta para que el cura ni las otras personas lo escuchen, porque lo suyo no era una cuestión de fe. Y sigue: “¿Vos alguna vez armaste un rompecabezas? Bueno, la familia es como dos piezas que encajan, y la ley de matrimonio gay quiere hacer encajar dos piezas que no encajan. La familia es una cuestión de cóncavos y convexos, es matemática pura.” No lo podía creer, alguien me estaba explicando, con total seriedad, la base de la familia de la forma más pornográficamente infantilista que se podía esperar. Es que, mientras seguían llegando los carteles, veía que la cosa iba por ahí, que todo era de una escolaridad radical, primaria, como si la Plaza Congreso fuese un gran salón de actos de un colegio de guardapolvos naranjas. Y la charla del muchacho insistía en su metáfora de geometría obscena con figuras abotonadas unas en otras, repitiendo todo la obsesión con la genitalidad del discurso biologicista-natural y religioso, es que parece que cuando tiene que argumentar no tiene pudor. Así que cansado de su cantinela, lo interrumpo con un “Aaaah, pero vos sos científico”. Y, sin parecer advertir mi tono sarcástico, me dice: “Sí, soy de la Universidad Tecnológica Nacional.“ Y me pasa el currículum de egresado en no sé qué y blablabla, pero con un gracias me alejo para intentar que alguien me diga qué corno significa oficialmente el naranja.

Pregunto a varias decenas de personas y la mayoría responde que no sabe a pesar de estar usándolo, ni siquiera saben quién lo impuso. Algunos me dicen que es para uniformarse y poder identificar el movimiento “pro-vida”. Parece simple y maquiavélicamente coherente que quienes defiende “una sola familia” traten de uniformarse tras un solo color, y que tanto esa familia como el color sea una mera imposición sin sentido. A Gabriel Pacheco, un feligrés sanjuanino, cincuentón y bien dispuesto, le pregunto si el color se inspira en algún movimiento internacional, y me responde con seguridad que “el naranja se creó en Argentina para identificar a la familia“. Lo dice como orgulloso por esta creación nacional. Su frase me suena a esa absurda petulancia nacionalista de los que enumeran invenciones argentinas: el colectivo, el dulce de leche, las huellas digitales, la birome y el naranja para la familia. Toda la marcha y ni una respuesta muy convincente sobre el color.

Yo sí había pensado una teoría, claro, tal vez un poco forzada, que tenía que ver con que Anita Bryant, la pionera en construir un movimiento homofóbico pro-familia heterosexista en Estados Unidos, se hizo famosa a través de una publicidad de naranjas. Y por eso, inspirándose en ese liderazgo marketinero, alguien pensó que era un color válido para identificar a la organización “Familias Argentinas” (¿la sigla será FF.AA?). Era como esas telenovelas del viejo Canal 9 de los '80 que presentaban una “idea original de Alejandro Romay” pero si uno investigaba un poco sabía que era una versión poco jugosa de una sitcom o serie estadounidense. El Zar de la TV se había quedado con la cáscara. Ufffff, me salen ahora metáforas infantiles, me estoy dejando influenciar. Es que tanta escolaridad es contagiosa y de tanto disfraz y globo esto da carnaval monocromático, casi casi que me entretengo alucinando que estoy en un concurso de drag queens para elegir la reina del cítrico. Pero la realidad me sopapea de nuevo, esto es una marcha demasiado aburrida para compararla con casi cualquier evento glbti, le faltan como cinco colores.

Sigo participando. Ahora trato de atravesar la cáscara de naranja para ver si hay algo de contenido en esta marcha o sólo están mandando fruta. Me pongo a leer carteles y pancartas, a ver si las consignas proponen alguna idea. Casi todos repiten la fórmula “papá + mamá = matrimonio” o la consigna oficial de “Todo niño tiene derecho a tener un papá y una mamá”. Nada nuevo bajo la luna, excepto una organización o sigla que no conocía, FFF, dos carteles aclaraban su significado: uno decía “Familias Formando Familias” y el otro, “Fieles Felices Fecundos”. ¿La misma derecha con distintos nombres? ¿De la Triple A a la Triple F quiere decir que hubo una evolución en la historia de la derecha argentina, alfabéticamente hablando? También estaban los que pretendían ser insultantes y belicosos, como los que trajeron aquella que nos recordaba que una mala traducción del Levítico dice que somos una “abominación”. Y el cartel terminaba con la pregunta “¿Van a cambiar la Biblia?”. No, quédense tranquilos, la Biblia la cambian ustedes para tratar de encontrar una manera divina de insultarnos, pero a nosotros y nosotras nos corresponde cambiar las leyes civiles, para que la democracia argentina quede fuera de dogmas vetustos, que son un testamento tan antiguo como la pancarta “Argentina = Sodoma”. Igual trato de preguntar y la gente no conoce el Levítico, no sabe por qué exactamente está ahí. No puedo sacar un testimonio coherente. Gente me reparte volantes de organizaciones que no sabe qué son, ni dónde quedan.

Dos mujeres jóvenes sostienen un cartel que dice que “La familia vale la pena” con figuras recortadas de tres modelos de familia, donde se reparten pantalones y polleras en los distintos monigotes irregulares en una versión figurativa que desciende a niveles preescolares, salita naranja. Me siento que tengo que ir a esos subsuelos para hacerles una pregunta: ¿Ustedes que tienen pantalones están representadas con las figuras que tienen pantalones? Miran el cartel como por primera vez y se miran a ellas mismas, se ríen nerviosas. Me dicen que “es una representación.” No sé si se refieren a ellas mismas o al dibujo. Pero no importa, porque lo que quedó más en evidencia es que esas familias son una mera representación sin referente, el logo de una empresa sin empleados que puedan cumplir sus funciones supuestamente naturales. Quedó dicho, la familia heterosexista es un dibujo. Y el acto del escenario es su caricatura. Cantan “Los sesenta granaderos”, férreo patrioterismo escolar. Después, a la canción que Coca-Cola hizo para el último mundial de Sudáfrica 2010, le cambiaron la letra tratando de que antes del ohohoh se entienda que dicen “mamá y papá”. La gente solo podía cantar el ohohoh. Parecía uno de esos sketchs de Tinelli que le cambian la letra al tema de moda para bajar línea, que ya no los hace ni Tinelli. Me pregunto si la Biblia no será una canción con la letra cambiada. También me pregunto si no se dan cuenta de que el equipo naranja en el último mundial salió segundo, y de que los holandeses fueron el primer país en adoptar leyes de igualdad de derechos para parejas homoparentales. Creo que todo esto terminó teniendo el color de un presagio desafortunado para ellos, por eso, a pesar del himno y algunos otros rituales de rutina, todo se desconcentró temprano y tristemente.

Un hombre con un perro desde la vereda veía pasar a la gente, me pongo a su lado para leer los carteles en retirada, mucha iglesia de Provincia de Buenos Aires y del interior del país. Ahí me doy cuenta de que hablé con gente de varias provincias y que esta era una marcha nacional. ¿Estos fueron todos los que pudieron juntar desde los púlpitos de todo el país? ¿Sólo les dio para apenas llenar la Plaza Congreso? Entonces la curia debería replantear la relación con sus feligreses y no andar echando a los curas que, como José Nicolás Alessio, sostienen un pensamiento diferente al totalitarismo heterosexista de la Iglesia Vaticana.

Miro al perro a mi lado y tiene una suerte de delantal naranja que dice “Yo tengo papá y mamá”. Me parece el mejor chiste de la noche. Le pido permiso al dueño para sacarle fotos al perro. El se llama Pablo y no quiere salir en la fotos ni dar su apellido. Me responde que vino porque respeta el trabajo del cardiólogo Justo Carbajales, el que convocó a través de DEPLAI. Me lo dice con una seriedad que tengo que quebrar preguntándole: ¿No te parece que lo del perro con esa frase es una burla a todo esto? Me dice con la misma seriedad que no, que “los perros no discriminan y que ojalá los hombres amaran como los perros.” Ah, bueno, la zoofilia llegó a la familia argentina. Desde ahí todo me parece desopilante, aunque él se esmera en explicar sobre una monja que se llama Pauline Quinn, que inspira su terapia psiquiátrica sobre la relación de los animales y las personas y otras tantas cosas más. Entonces, le pregunto si además de psiquiatra era católico y me dice que sí, pero que la mayoría de la gente de ahí lo quemaría en la hoguera. Y, acto seguido, me escupe su interpretación de la Biblia: “¿Sabés cuál es el primer milagro que hizo Jesucristo? En una fiesta, convirtió el agua en vino. ¿Y sabés por qué? Porque la fiesta era un embole.” No les puedo explicar el tono en que contó esto, pero les aseguro que lo dijo con una completa seriedad, sin un milímetro de ironía, con el rostro de piedra. ¿Estaba frente a una estatua viviente de Jorge Corona? ¿O le había agarrado un brote psicótico silencioso y el cerebro le estalló para el lado del humor absurdo? No importaba, si seguía las declaraciones con ese nivel de delirio tenía salvada la noche. Pero no, Pablo seguía serio tratando de justificar no sé qué usando palabras como psicosexual y otras yerbas psi. Así que cuando me empezó a decir que tenía un amigo gay, lo saludé con respeto a él y a su perro y partí. Y, por primera vez en mi vida, seguí los consejos de Cristo, me fui a buscar un buen vaso de vino, porque esto era un embole.

domingo, 11 de julio de 2010

Oso del Bosque


Invencible Vulnavia: Quiero que gane España porque me gusta mucho el director técnico.
B: Es obvio, me lo debería haber imaginado.
Lo sé, soy muy predecible desde niño, fácilmente se dan cuenta de mis apetitos eróticos, aunque esta vez distraje a todo el mundo hablando solamente de lo fuerte que está Maradona; el árbol no permitió ver al bosque. Pero el caso de Vicente del Bosque se puso espeso durante estos días, porque representa toda la belleza bear de la península ibérica. Es que, aunque hayan cerrado la disco catalana Bear Factory, España sigue siendo la máxima fábrica de osos europea, y tal vez del mundo. Se puede comprobar caminando por Chueca, con sus más de cinco pubs y discos dedicadas exclusivamente al público osuno y sus admiradores (con Bears Bar y Hot a la cabeza). Y, claro, allá tienen un reservorio de íconos que marcaron el erotismo de varias generaciones. El que ranquea más alto es Chanquete, pescador daddy interpretado por Antonio Ferrandis en la ochentera serie española Verano Azul. Para entender toda la dimensión de esta figura tienen que darse una vuelta por la novela El día que murió Chanquete de José L. Collado, máxima expresión literaria de la cultura bear. Aunque, por lo pronto, en un rato Vicente del Bosque exhibirá su panza, bigote, pelada y robustez por el banco de la selección española y, tal vez, termine escribiendo una página triunfal que lo convierta definitivamente en un ícono muy cotizado.
Más sobre osos, para que tengan y repartan, pueden pasar por acá, acá o acá.

jueves, 8 de julio de 2010

Scream Queer


Me pude poner al día con las viejas historietas de Dykes To Watch Out For de Alison Bechdel gracias a que conseguí una compilación en inglés (lo publicado al castellano es muy parcial). Aunque como dije antes mi personaje favorito es Lois, ahora, con una mirada más amplia de la historieta, me terminé de enamorar de Mo, la protagonista de la saga, una antiheroína que, desde antes de los 90, su lucidez se expresó inexorable a través de un pensamiento queer que hoy parece muy lejano frente al continuo asimilacionismo del movimiento glbt. Bechdel fue quien empezó una narración que ampliaba la idea de familia en sus historietas, pero Mo y sus amigas dejaron de ser dibujadas en 2008. En una historieta de 1993, analizando una Marcha del Orgullo en Washington, Mo se enfurecía: "Why are we scrambling for a piece of pie when the pie is rotten? We've gonna change the system, not get co-opted by it! And I'm gonna scream if I hear one more person say we're 'just like everyone else'!" (las negritas son de ella pero las hago mías sin problemas, porque aunque a veces expresar radicalidad ideológica tiene algo de panfleto ingenuo, mi grito estará siempre en sincronía con Mo).
Entradas anteriores sobre Bechdel por acá o acá.

domingo, 4 de julio de 2010

Sueño cumplido


Terminó la Fiesta del Mundial para Argentina pero yo todavía la tengo adentro. Porque no sólo "el Diego no se va" de mis sueños sino que, cada vez que se activan mis recurrentes fantasías alucinatorias (que ahora la ciencia confirma que son saludables), se hace posible y visible la promesa nudista del Diez, a pesar de la derrota. Claro que, como tengo bastante formateado mi deseo por el cine, mi libido cargada de amour fou me dicta una escena a lo King Kong, reemplazando al Empire State Building por el Obelisco. Evidentemente, yo soy una Fay Wray criolla y los que le disparan desde los aviones al Rey Maradona son los mismos a los que siempre les molestó su gigantesco talento para lo monstruoso.