domingo, 21 de septiembre de 2008

Puto el que lee



"Entre los sexos no hay guerra sino transformación"
César Aira
La guerra de los gimnasios

Salió el primer libro que desarrolla miradas frontales sobre la sexualidad diversa en la historia del cine argentino (increíble, a esta altura de la historia, que sea el primero). Y el Malba organizó un ciclo de películas que recorren varios momentos, muchos esenciales, que posibilitaron nuevas formas de pensar las imágenes del cine nacional.
La esperanza (o debería decir mi esperanza) es que el libro sea revelador, de una vez por todas, para los ojos pacatos y represivos, y se convierta en el punto de partida de una propuesta verdaderamente transformadora.
Veremos.

jueves, 18 de septiembre de 2008

El Finn de la Utopía en primavera


Si se lo perdieron en el último Bafici, o si quieren bises, en Cultura y media pasarán el raro compilado de cortos La lotería de Jim Finn. Esta obra inclasificable formó parte de la programación del último Bafici, que le dedicó la primera retrospectiva a este insurrecto neoyorquino que filma un tipo de falso documental libertario, poniendo en jaque la mayoría de las ruta principales del cine de los últimos años. Con sabiduría, el proyecto Convi, de Mónica Heller, armó un programa para incluir esta excentricidad de Finn, que se exhibirá el próximo domingo 21 de septiembre a las 18 hs., en el Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551.
Abajo copio el texto que escribí en el catálogo del Bafici para la introducción de la retrospectiva de Finn.

La comedia utópica
Se lloró y se celebró en partes iguales, pero ambos bandos coincidieron: 1989 marcó el fin de las utopías colectivas, muerte anunciada y deseada por el capitalismo expansivo que derribaba así los últimos muros todavía levantados para desestabilizar las democracias liberales. El comunismo apenas respiraba, el aire nuevo de la revolución se había transformado en un resoplido. ¿Quedarán huellas de aquellas revoluciones? ¿Se podrá reconstruir la intensidad de la utopía? Esas son preguntas que Jim Finn se hace en cada una de sus películas, casi como un punto de partida idéntico pero que puede derivar en las repuestas más inesperadas y desopilantes. Interesado en las formas del arte revolucionario, en las miradas y acciones que el comunismo alentó, Finn busca nudos fundamentales allí donde esta ideología se concentró en un proyecto extremo, ambicioso: la carrera por la conquista espacial de Alemania Oriental en Interkosmos, la reeducación comunitaria maoísta en La Trinchera Luminosa del Presidente Gonzalo, la práctica del cine como propaganda ideológica en Corea del Norte en The Juche Idea. Lo particular de estas tres películas es que también pertenecen al mismo subgénero: el falso documental. O, para decirlo en toda su contradicción: Finn es un especialista en el falso documental sobre la utopía verdadera. Como un Christopher Guest marxista (en la doble acepción del término: un poco Groucho, un poco Karl), Finn se mueve más bien en el ámbito del humor que se despliega sigiloso, irregular, insospechado, en general cortante y desestructurante. Sin derivar nunca en el realismo paródico, por momentos, para estos falsos documentales, la utopía y el absurdo se confabulan para crear un espacio todavía más vanguardista, más adelantado. Por eso, tal vez, la ciencia ficción esté tan presente en su cine; quizás por eso, también, la experimentación audiovisual con formas y formatos sea esencial en la trama de sus películas. Pero esta introducción al mundo de Finn quedaría incompleta si no se contempla un rasgo fundamental de su obra: la música es el lugar donde se concentra la máxima unión entre utopía y absurdo. Muchos de sus cortos son algo así como extraños videoclips de comunismo pop, y sus películas siempre incluyen coreografías musicales con un sentido epifánico. Es que a Finn no le interesa ninguna revolución en la que no se pueda bailar. Y esa es una utopía libertaria por la que vale la pena luchar.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Dreamland


Ayer, 4 de septiembre, fue el Día de las historietas. Como festejo, en el Soy publicaron mis recomendaciones de cuatro historietas sexualmente diversas (porque las historietas tienen sexo, mal que les pese a las colecciones de la biblioteca heterosexista de Clarín). Y si ya leyeron todas esas historietas diversas, mi otra opción para celebrar es darse una vueltita por Coconino County (tierra soñada, qué no daría yo porque este mundo se parezca sólo un poco más a esos paisajes encerrados en sus viñetas). Una vez que acampan en la tierra del ratón tiraladrillos, como buenos exploradores voyeurs, pongansé a espiar el universo de amour fou de Krazy Kat, diseñado por un Herriman siempre al borde de un ataque de surrealismo slapstick.