miércoles, 29 de abril de 2009

Proctólogo literario en la Feria


Querid@s amig@s:
El próximo jueves 30 de abril, gracias a los buenos oficios de APOA (Asociación de Poetas Argentinos) a partir de las 17.30, en el stand 496 del Pabellón Azul de la 35ª Feria del Libro (al fondo, junto al stand de las Provincias), estaré firmando ejemplares de algunos de mis últimos libros de poesía:
· Paraíso desechado (Epifanía, 2006)
· Paternidad de sombra (Epifanía, 2006)
· Zureo (Epifanía, 2008)
· La Proctomaquia o el Cantar de los culos (Simposio, 2008)
Será bueno encontrarnos, entonces, con quienes me ayudaron a publicar estas obras para intercambiar ideas, fortalecer relaciones y compartir afectos. Ante todo, con mi socio de la Editorial Simposio Fernando Iturrieta (http://www.editorialsimposio.com.ar/) y con nuestro artista plástico Claudio Pereyra (http://www.claudiopereyra.com.ar/). Estarán también nuestro patrocinador y agente literario Alejandro Margulis (http://www.ayeshalibros.com.ar/) y los directivos de Editorial Epifanía Carlos Gasparini y Néstor Saporiti (http://www.editorialepifania.com.ar/).
Esperando poder compartir este momento, l@s saludo atte.:
Wenceslao Maldonado

jueves, 23 de abril de 2009

Anales de la literatura


La tan dilatada poesía anal tiene su máximo exponente en forma de poema épico-paródico en La Proctomaquia o El cantar de los culos, un libro falso de Wenceslao Maldonado que tuvo su correspondiente falsa presentación de mi parte y sobre el que también me encargué de escribir unas líneas en el suplemento Soy, que fueron ilustradas por Claudio Pereyra, que también dibujó para el libro. Más sobre la obra de Maldonado hay por acá, porque también escribió unos poemas sobre los Osos. La Proctomaquia, editado por la editorial Simposio, se consigue en algunas pocas librerías, porque en ciertos lugares no lo quieren vender por alardear la palabra culo en el título. Contra idioteces como esas tiene que enfrentarse una editorial independiente para abrirse paso. Así estamos...
Tal vez se consiga en la tetera de la Feria del Libro, que siempre está más poblada que las conferencias de invitados internacionales. Estos días lo chequeo y se los confirmo.

lunes, 6 de abril de 2009

Más ruido (extended version)


Sabía que El mató a un policía motorizado había decido bautizarse así a partir del diálogo de una película (leído en un subtítulo) que los integrantes de la banda vieron al pasar por cable y de la que se habían olvidado, perdiendo casi cualquier rastro que pudiese identificarla. Traté desde hace tiempo de ubicar la película, de averiguarlo como regalo a la banda, para retribuir a EMAUPM parte de la primigenia felicidad que me dan con sus canciones ruteras, un tipo de felicidad que me conectó intensamente de nuevo con la música, un tipo de conexión perdida casi desde mi adolescencia. Durante un par de años fue imposible encontrar la película, nada, ninguna pista siquiera: es mentira que en internet toda la data pop está a un click de distancia, casi que a la huella digital de mi índice se le borra mi adn de tanto erosionar mi mouse para investigar la web. A partir de una entrevista para El Amante de este mes, volví a la carga, ahora con más detalles precisos para tratar de continuar la pesquisa. Busqué en los sitios de los canales de cable, también fui a la más poderosa empresa de cable para rastrear la información de la programación del 2003, pero no apareció nada: aunque estábamos a menos de seis años del dato, el horizonte parecía tan lejano que era inconquistable. Uffffff. Mi orgullo como cinéfilo trash estaba totalmente herido, casi en los últimos estertores de su agonía: no podía ser que no supiese ese dato, ese diálogo bautismal de la banda que hace corear a mis venas. Seguí, tenía que entregar la nota para la revista, pero me resistía, no podía publicarla sin que el misterio se dilucidara: la lupa virtual amplificó la huella dactilar que me permitió encontrar a un culpable llamado R.o.t.o.r. En youtube tenía algunos fragmentos de esa película, pero quería verla toda. Fui al videoclub Mondo Macabro (ese donde te reciben con un dinosaurio de yeso) para alquilarla, ahí tenía que estar. Al principio, el encargado me dijo que no la tenían, yo no lo podía creer, me resistía a aceptar que no tenía posibilidad de verla: rebusqué obsesivo en su stock de vhs y la encontré, ahí estaba, esperando el armageddon, estoica, analógicamente retro, encerrada en su oblonga caja negra, en su ataúd de plástico, pero la salvé del olvido que dictan los jerarcas del buen gusto. Y acá abajo está mi pequeño regalo para EMAUPM: esta nota publicada en El Amante (en versión un poco extendida), con el resultado de la investigación en el epílogo. En la revista también van a poder leer un recorrido por las 31 canciones de EMAUPM, escrito con esa fibra rocker que caracteriza al estilo endiabladamente inspirado de los textos de Agustín Masaedo.

Más ruido que dos esqueletos haciendo el amor en un ataúd de lata
En agosto de 2007, en una sección de El Amante que se llamaba Qué me escucho, escribí lo siguiente: "Desde la ciudad platense de las sinfonías diagonales otra vez el grito primario: El mató a un policía motorizado es una banda de "punk espacial" de canciones estentóreas reducidas a estribillos esenciales, ansiosos y desorbitados. Pocas palabras y un viaje de ida: melodías y distorsiones en intermitencias sabias alcanzan para festejar pequeñas situaciones y grandes personajes (la chica rutera, el viejo ebrio y perdido, el amigo piedra...) que se chocan en un ruidoso brindis de sidra en vasos de metal (sin Soda, por suerte). Tienen tres discos (El mató a un policía motorizado, Navidad de reserva, Un millón de Euros), todos indispensables, pero imposible escucharlos sólo sentaditos en casa, porque como su nombre anarco lo reclama, necesitan un target en movimiento: esta es una banda para teatros sin butacas (una gran lección de Virus) donde se pueda saltar y tomar el impulso suficiente para despegar. Porque, lo primordial, cada canción escupe la misma utopía punk: en tres minutos y algo un tifón sonoro pone al mundo patas arriba, para que se le caigan las últimas monedas que vale la pena gastar en la fiesta que te prometí." Empecé a ir a recitales de El mató a un policía motorizado más o menos un año antes de ese texto. En poco tiempo me volví adicto a esta banda formada por una cuadrilla de nombres extraños: Santiago Motorizado, Niño Elefante, Pantrö Puto y Doctora Muerte. Principalmente en mala yunta con el gran Agustín Masaedo, en La Plata o en Buenos Aires (incluso también en Córdoba), durante estos últimos años salté como un chiflado en esa turba que se transforma en turbina que son los pogos de los recitales de EMAUPM, donde más de una vez terminé en "una coda incierta de lisérgicos enroscados en una olla de grillos." Cada vez más poblados, pero aún intacto su espíritu de festín pagano, los recitales vibran con un sonido centrípeto de armónicos y distorsionados mantras con climax krautrocker que me electriza. Toda la fuerza estética de la banda me conmueve: confieso que he llorado de emoción más de una vez escuchando sus canciones (incluso durante algún recital). Y hablando con Santiago Motorizado, principalmente por msn, me di cuenta que, además, coincido con la sensibilidad cinematográfica que tiene la banda, que en el disco que sacaron a fines de 2008, Día de los muertos, se vuelve más patente. Porque en el inicio, en el futuro y en el fin de El mató a un policía motorizado estuvo y estará el cine. Me junté en La Plata, cuadrado natal de la banda, con Santiago Motorizado, Pantrö Puto y Doctora Muerte para hablar de eso.

El nombre de la banda surge del subtítulo de una película.
PP: Estábamos buscando nombre para la banda. Había un posible nombre que era "¿Querías un milagro, John? Te presento al FBI", que era una frase medio sacada de Duro de matar. Y en la fiesta de una amiga, estábamos hablando del tema del nombre de la banda y había una tele de fondo. Y de pronto, en la tele un personaje dice: "El mató a un policía motorizado". Era un subtítulo, la película estaba sin audio. Y quedó.
¿Y no saben cuál es la película?
SM: No, pero hay una forma de buscarlo que es ir a la revista de cable y fijarse, porque era una fecha precisa, era el cumpleaños de una amiga, el 8 de julio de 2003.
PP: Igual a mí me gustaría estar mirando tele un día, dentro de veinte años, y que aparezca.
SM: No, yo quiero saberlo, estaría bueno. Me acuerdo una escena de la película que era una ruta, como un paisaje tejano, sureño, un policía con uno de esos gorros tipo cowboy, un auto parado y una charla. Era en Film Zone.
Y esa frase del subtítulo no sólo bautiza a la banda sino que, arrastrando un tipo de cine, se hace concepto en las letras.
SM: Sí, justo cuando estábamos poniéndole nombre a la banda había un montón de temas que no tenían nombre y todo ese imaginario de una especie de violencia pop rodeó toda la estética de las palabras.
DM: Como la tapa del ep "Tormenta roja" que son las motos.
SM: El tema de ese ep lo cantábamos pero no tenía nombre, y Willy [DM] le puso el nombre, "Tormenta roja" sin letra. Después cuando hice la letra no tenía nada que ver, era casi lo contrario.
¿Y ven antecedentes en alguna banda de esta relación que ustedes tienen con el cine?
SM: Después me di cuenta que Los Natas también toman los motores, más para otro lado, más heavy, más stoner, como el video de la camioneta rotoscopeado que está muy bueno. Cuando nosotros lo creamos iba por otro lado, más de lleno en el cine americano de acción, y siempre con un poco ironía, no sé si ironía es la palabra, pero no tomarlo como algo solemne sino...
PP: Con humor.
SM: No sé, hay que inventar una palabra nueva ahí, que no sea ironía ni parodia.
PP: A la vez no tomarse en serio el fanatismo por el cine...
SM: Igual yo me lo tomo en serio, pero no de una manera solemne. Cuando empezamos nos parecía que manejábamos ese imaginario como una cosa muy propia, personal, y era algo que hacíamos con pasión, sintiéndolo, digamos.
Por ejemplo, Riff tiene mucha metáfora con motores, con autos, pero el tema fierrero se lo tomaban más en serio, Pappo tenía un taller mecánico, etc.
SM: Sí esto es más llevado al pop visual. Por ejemplo, muchas veces nos preguntan si nos gusta el TC y cosas así. A mí nunca me gustó ver una carrera, me parecía súper aburrido. Más de grande flashié con ir a ver una carrera pero como una aventura, para ver como es la cultura de todo eso. Pero la estética de El mató... tampoco es el cine clase B, es el cine más comercial que es pop y violento. El cine clase B ya tiene su reivindicación.
Todo tiene más que ver con la versión más pirotécnica, más trash del cine de acción, de esas películas anónimas que pasan por cable y que la agarrás en cualquier momento.
SM: Me acuerdo una noche fundamental fue cuando nos juntamos Diegui, el cantante de Mazinger, Willy [DM] y yo y vimos Triple X, y nos reíamos pero disfrutábamos, aunque estábamos relocos también. El director jugaba con todos esos elementos pero con mucha pasión, había una falta de preocupación por un montón de cosas en la película, del relato, de la filmación, pero había una preocupación tan romántica por escenas como la de una moto, que no se sabe por qué salta un tinglado, pero no importaba eso. Importa que salte un tinglado que explota en mil pedazos y que sobre eso haya una moto volando: es una imagen preciosa. Y eso era el fin, la preocupación del director o del encargado de llevar la estética de la película. Me parecía genial. Es algo que no se lo ve como algo genial. Nosotros íbamos a Bellas Artes, en muchos puntos está buenísimo la escuela de arte pero también está la parte académica. Y la bajada de línea, el pensamiento imperante de los profesores va por otro lado y está en contra de eso.
DM: Y los alumnos también.
SM: Sí, un poco baja eso a los alumnos y se repite. Y nosotros estamos en la vereda opuesta. Me acuerdo que salió el Dogma’95 y estaban todos como locos, algunos ni se habían enterado lo que era el Dogma y lo repetían. Está bien, éramos chicos, y estábamos aprendiendo a sociabilizar. Estaba bueno, iba a ver las películas esas y me gustaban, las disfrutaba. Pero era toda una lucha entre dos formas de pensar, pero no una destruyendo a la otra, sino reivindicar otra forma de arte.
PP: Esa discusión está en el plano de la música todo el tiempo, lo académico contra lo punk, por decir algo. Tal vez podés hacer música sin ser un gran virtuoso.
SM: A mí me gusta cuando se mezcla lo sofisticado con algo más brutal, esa mezcla genera algo más emocionante: como un cover de los Ramones llevado a canción pop, o una canción de los Doors y hacerla punk.
Al principio, cuando empecé a ir a sus recitales proyectaban películas como Mad Max y Tron, ¿las eligieron por estas mismas razones? ¿usaron alguna otra?
DM: Mad Max tiene que ver directamente con nuestra estética.
SM: Mad Max II iba con lo que ya veníamos pensado del Apocalipsis del último disco. Y es todo esta acción, la estética de los motores, de los autos, mezclada con esos personajes bien extremos. Y de pronto aparece una minita con una vinchita rosa y la remera mostrando el hombro. Esa mezcla de lo pop y lo salvaje es irresistible para mí.
Y cómo fueron surgiendo las letras. Sobre todo el último disco, que es muy cinematográfico, tiene más narración y está clara la influencia del cine de terror ¿Hubo alguna inspiración concreta para hacer las canciones? En "El último sereno" se nombra una película, ¿es una película específica?
SM: El sereno ve una película para notar el contraste entre su vida solitaria y rutinaria; la pantalla es algo grandioso y el extremo contrario de lo que él estaba viviendo. Eso crea el conflicto, pero no es ninguna película específica. Por ahí la más puntual es "Mi próximo movimiento" que está basada en películas de muertos vivos, por ahí narrada de manera más romántica, no tan descriptiva de los muertos comiendo gente, más romántica con esa imagen del chabón arriba del techo con un rifle.
Sí, la escena del rifle en el techo es muy...
SM: El amanecer de los muerto.
PP: También está Tremors, que tiene una escena parecida.
SM: Me acuerdo el día que vimos El amanecer de los muertos. Fuimos a la casa de Willy, que queda allá cerca del hipódromo, fumamos un porro, estábamos resensibles. También estaba Gastón (de 107 Faunos) y Diegui, y yo llevaba Exterminio. Lo que me volvía muy loco de chico es el concepto de una pandilla contra todo el mundo, donde no hay final feliz posible. Y cuando vimos El amanecer de los muertos era como una evolución de este tipo de cine por el simple hecho de que los muertos ya no eran esqueletos destartalados sino que corrían como locos.
PP: Aparte el hecho de que no se explique por qué hay muertos vivos es genial. De repente te despertás y se están todos morfando entre sí, y tenés que adaptarte a ese mundo.
SM: Toda la primera escena es tremenda. La canción de Johnny Cash nunca mejor usada, porque estaba contrastada con el caos global, con gente corriendo con ira, que nunca se había usado así porque los muertos vivos antes eran enclenques.
PP: Ese tipo de cine también está en Del crepúsculo al amanecer, que nunca tuvo el reconocimiento que se merece. Pero cuando la mina se convierte en vampiro es genial.
SM: Sí, además la gente dice "Los vampiros arruinan la película", pero no.
PP: Por ejemplo, hay gente que no le gusta Planet Terror.
¿Cómo ven esto de que todo el mundo quiere filmarlos, hacer un video con ustedes?
SM: Para mí está buenísimo, que me digan "Hicimos un video y está cargado en youtube", me emociona mucho. Y es algo con lo que yo fantaseaba de chico, ves algo que te emociona y querés sumarte a ese universo. Era muy fanático de Star Wars y dibujaba personajes inventados por mí. Está bueno cuando quieren respetar la estética de la banda, y cuando quieren hacer su propia estética, también. Pero no tenemos videos oficiales, ni siquiera ese que compitió en el Festival In-Edit.
¿Pero por qué no hay videos oficiales todavía?
PP: Porque somos colgados y perfeccionistas.
SM: Sí, colgados y perfeccionistas. Nosotros estudiamos plástica y, si querés, tenemos una preocupación más extrema con lo visual que con lo musical. Y si tenemos que hacer un video tiene que estar joya. También esa exigencia te limita.
PP: Y lo queremos hacer siempre nosotros, pensar bien lo que queremos hacer, cada plano. No tomamos el video como si fuese una especie de propaganda, promoción, sino como que hiciéramos un disco, y lo queremos hacer bien.
SM: Claro, no lo tomamos con un video promocional de la banda. Que el video sea como una pieza musical propia.
PP: Estamos planeando un video con unos chicos que se ofrecieron, para tener bastante el control.
SM: Les contamos la idea que teníamos: medio Mad Max y un poco Enki Bilal, que es un dibujante grosso, de una estética postapocalíptica que estaba en auge en los ‘80, alrededor del movimiento cyberpunk. Y ese imaginario estaba bueno para tenerlo en cuenta. Y en una historieta suya de La feria de los inmortales hay un partido de Hockey ultraviolento. Y lo que habíamos fantaseado un poco nosotros era un partido de fútbol postapocalíptico.


La charla siguió informal por varios caminos, recordando muchas películas, hablando de Spielberg, Spike Jones, Charlie Kaufman, Wes Anderson, de guionistas versus directores, de historietas de autor, de superhéroes. SM se acordó que había comenzado como chiste a hacer la "primera una historieta enviada por mail", protagonizada por un Superhéroe Dj, que tuvo difusión, como salir en la tapa del Sí de Clarín, pero que casi no existió: fue a la historieta lo que Reynolds a la música. PP dijo que estaba preparando el guión de una historieta sobre un taxista hombre bomba que iba a dibujar DM. Me contaron que habían hecho una película de terror en unas vacaciones cordobesas, que antes filmaban mucho y que planean hacer otra película pero que no cuentan nada por cábala. También hablamos que Laptra, el sello con el que editan sus discos y de otra bandas amigas (107 Faunos y Shaman y los hombres en llamas, por ejemplo), planea inaugurar una editorial y uno de sus lanzamientos serían los textos de PP ilustrados por SM. Coincidimos en que Okupas, la serie de Stagnaro, fue un momento genial de la televisión argentina. Casi no hablamos de música ni de rock: de eso hablan en todas las entrevistas que les hacen. Y esto no llegó a ser una entrevista, fue otra cosa: fue una forma de perder bien el tiempo, de pasar una tarde totalmente al pedo mientras recordábamos Tremors, Duro de matar, Del crepúsculo al amanecer y otros prodigios de la pirotecnia. Una tarde perfecta, bah.

Epílogo. Vistas aéreas de Dallas, Texas. Una radio anuncia que todo el mundo se larga de la ciudad ese fin de semana. Una pareja en un auto avanza por la ruta en plan picnic, pero aparece una neblina extraña y un hombre herido con una mujer inconsciente se cruzan en el asfalto. Él le pide a la pareja que llame al 911. De entre la oscuridad aparece un cazador amenazante con un rifle y apunta al hombre herido mientras dice: "El mató a un policía motorizado. Lo he visto" (en inglés es exactamente "This old guy just killed a motorcycle cop. I‘ve seen it"). Esa frase es el punto de partida de R.o.t.o.r. (1989), una película clase B construida con la chatarra sobrante de Robocop y Terminator, intentando emular cierto cine de acción sci-fi ochentoso. El policía motorizado en cuestión es un robot antropomorfo con traje de cuero, casco y anteojos Ray-Ban. Su nombre es el acrónimo Rotor, que significa Robotic Officer Tactical Operation Research y fue creado con el objetivo de que las calles sean un poco más seguras ("las bandas de punks, dealers de drogas y el resto de la escoria social podrían ser controladas y erradicadas"). Pero el experimento tecnológico salió mal y el motorizado robótico se convierte en un asesino indestructible a la vera de la ruta, que aniquila a gatillo fácil a cualquier responsable de exceso de velocidad. No sólo salió mal ese experimento en la ficción, sino también la película misma, dirigida por Cullen Blaine. Aclaro: la mala praxis cinematográfica, en este caso, es el valor agregado. Esto no quiere decir que el defecto la vuelva bizarra, porque la película ya era bizarra desde las ideas: tiene diálogos que parecen pergeñados a dúo por Raymond Chandler y Ed Wood ("haré más ruido que dos esqueletos haciendo el amor en un ataúd de lata"), tiene personajes secundarios de actuación esperpéntica (incluyendo un R2D2 trucho con gorra policial) y varias coreografías de lucha que son puro catch falso, como un ensayo de gimnasia pugilística. En realidad, lo malo de la película la hace incandescente, irrepetible, como una experiencia accidentada extremadamente única. Por mi parte, junto a las de Stuart Gordon, R.o.t.o.r. pasó a ser una de mis películas clase B preferidas de los ‘80 (aunque decir que es clase B, no es correcto, más bien se podría decir que esta es una película de bajo presupuesto con alma mainstream, es difícil hablar de cine clase B en los ochenta, como siempre aclara Roger Corman). Extrañamente, R.o.t.o.r., personaje y película, parecen precursores de esa amorfa película rutera-futurista-absurda llamada Electroma de Daft Punk, tal vez el trip audiovisual más extraño que una banda perpetró. Si R.o.t.o.r. fuese la película que los integrantes de El mató a un policía motorizado avistaron en 2003 todo adquiere mucha más lógica (aclaro que no pude chequear la información en ninguna revista de cable, por lo que puede ser que no sea esta, pero al ver la película, la frase existe, los recuerdos de SM coinciden con varias escenas y es una película del tipo que a veces pasa The Film Zone). La película, que hoy ellos no recuerdan, parece cristalizar las ideas estéticas y visuales de la banda: el contraste entre lo rústico rural de los paisajes de Texas contra la ciencia ficción futuristas del laboratorio científico, ciertas explosiones gratuitas y poéticas en su atrofiada concepción (como un árbol que estalla) y una forma de road movie con persecuciones y alguna pirueta automovilística recia. Hay un camión como el de la tapa de Un millón de Euros, una moto que podría ser la de Tormenta roja, autos que podrían estar en Día de los muertos. Hay, también, una chica rutera como protagonista, que escapa hábilmente del robot motorizado. Y, sobre todo, está la metáfora más clara de la música de EMAUPM: el robot del título se activa erróneamente a causa de un cortocircuito que provoca un empleado de limpieza del laboratorio al apoyar el auricular de su walkman en unos fusibles, como si la música creara la electricidad que da vida a ese "moderno Frankenstein". Esa misma electricidad es la que activa cada canción de El mató a un policía motorizado, la mejor banda de sonido para la pirotecnia monstruosa nuestra de cada día, nuestra forma más ruidosa de felicidad.