martes, 30 de junio de 2009

Eddie Metal


Ya circula en dvd el nuevo documental de la gira mundial de Iron Maiden; y esta es la crítica que escribí para la revista El Amante de mayo.


Iron Maiden. Flight 666, Estados Unidos, 112’, dirigida por Sam Dunn y Scot McFadyen.

Ahí están, firmes junto al cinéfilo, This is Spinal Tap, El día de la bestia, El mundo según Wayne y Little Nicky para validar algo que salta a la vista: cierta teatralidad del heavy metal lleva derecho viejo a la caricatura. La familia metálica es un dibujo, pero también es fácilmente certificable que, sin necesidad del dulce de baladas de encendedores prendidos al gas, cada uno de los personajes heavies son, a fin de cuentas, tan inmensamente adorables como el volumen de su histrionismo. Los Iron Maiden, conscientes de esta condena caricatural, se hicieron cargo y crearon a Eddie The Head, su mascota esquelética dibujada, hueso duro de roer, calavera que chilla. Evidenciada la caricatura, Iron Maiden. Flight 666 se concentra en el lado adorable de los metaleros y su equipo en un tour mundial con avión propio (Ed Force One): no hay backstage de reviente, el documental es sólo rock’n’roll (el sexo y las drogas nos las deben). Y si bien hay apuntes simpáticos en la gira, el registro careta de estos señores del metal, que se mantienen atléticamente entrenados para su faena escénica, se vuelve repetitivo, aunque el documental traza un crescendo dramático en la desesperación de sus fans, que se potencia en Centro y Sudamérica, con escenas que recuerdan a la locura de los fans de los rockumentales de Ramones. Y está bien que se estandarice el modus operandi de esta banda que se mantuvo imperturbable según pasan los años, sin mover un pie del lugar que eligieron para disparar hits cuadrados. Es un lugar sin mucho riesgo, pero también confortable, el lugar que uno elegiría para esperar a que la parca, en forma de Eddie, lo venga a reclamar. Por eso, los planos cenitales de la batería de Nicko “Nariz de Boxeador” McBrain son como una pileta vacía vista desde el trampolín donde nos gustaría saltar mortalmente al suicidio más ruidoso.

viernes, 26 de junio de 2009

Michael Jackson hizo pop


Pocket Oxford Spanish Dictionary © 2005 Oxford University Press:
pop /
sustantivo: 1. (noise): to go ~ hacer 'pum'; (burst) reventar. 2. (Mus) música pop. 3. (Culin) gaseosa. 4. (father) papá (fam).

jueves, 25 de junio de 2009

Rocky hasta que salga el sol


Hoy, en el club de amigos del mal, se puede ir a corear al ritmo del ruido transgresivo de las canciones de The Rocky Horror Picture Show, que ya tiene su propio club de amigos maléficos en Argentina. La cita es a medianoche en el malba, como corresponde a la mejor tradición de la cinefilia vampírica. Copio la primera parte de una nota publicada hace un tiempo en el Soy:

Unos labios sin rostro e inflamados de rouge cantan cruzando la pantalla del cine, y resultan monstruosos no sólo por sus dimensiones sino por la ambigüedad que encarnan: el maquillaje no disimula la androginia de los labios sino que la subraya tanto como el degenerado timbre de su voz. La canción que entonan se llama “Ciencia Ficción/Doble Función” y la letra rememora los programas de dos películas, una de terror y otra de ciencia ficción, típicos de los autocines de los ’50, donde se mezclaban los géneros cinematográficos. Pero esa evocación cinéfila, esa mirada al pasado, no tiene nada de nostálgico, más bien propone un sentido nuevo al mirar las películas como fetiches eróticos aberrantes: los versos celebran la ropa interior plateada de Flash Gordon, la candidez camp de divas clase B como Anne Francis, Janette Scott y Dana Andrews, y el trágico amour fou de Fay Wray y King Kong. Esos labios y esa canción son el punto de partida de The Rocky Horror Picture Show, una ópera rock que partió al medio la década del ’70, no sólo por llevar a su máximo esplendor una relectura queer de la historia del cine sino también por crear un espacio para el trans rock.

jueves, 18 de junio de 2009

Misterio a flor de piel


Si la obra de un cineasta se pudiese entender a partir de imágenes furtivas que funcionan como manifiesto, el cine de Gregg Araki tiene esos intensos planos iniciales de la revolución lo-fi llamada The Living End: un desierto encandilado de cielo diáfano se contamina por un chongo con remera estampada de The Jesus & Mary Chain y se fractura por un montaje sincopado. Esa película, que roba el título de un track del bombástico Psychocandy, inició el vital nuevo cine queer de principios de los '90, que marcaría renovados parámetros para figurarse la diversidad sexual, el sida y la música dentro y fuera de la cultura gay. Araki fue fiel a sus principios a través de los años y las películas (su único desliz podría ser Splendor), pero nunca logró incomodar tanto con su talento creativo como con Mysterious Skin, donde llevó su asperesa característica a una tersura tal que, lejos de asimilarse a la media del cine mainstream, logra mantenerse incólume con su mirada desafiante, ahora casi convertido en el genio del desafío al sistema.
Además de todos sus logros, Mysterious Skin cumple una de mis fantasías más profundas: tiene una escena homoerótica con Richard Riehle, uno de los más prolíficos actores de cameos y que bien podría ser la persona ideal para inspirar a un nuevo personaje de El ósculo hirsuto.
Hoy pueden ver la película de Araki en el Congreso, con debate posterior, gracias a Baruyeras y Espacio Queer.

domingo, 14 de junio de 2009

Paquidérmico


En Dumbo (1941), la gran obra maestra de Disney, el elefante volador del título se pega una flor de borrachera que dispara la mejor secuencia de la película: una oscura danza de color, de onirismo festivo, que se mueve entre lo abstracto pop y la figuración esperpéntica. ¡Burundanga!, el nuevo libro de Edgardo Cozarinsky con efecto y nombre de droga, inicia su ópera buffa con el cuento zoofílico "Mis amores con Dumbo y con Bambi", que no sólo hereda la distorsión festiva de la película de Disney sino que hace de la cinefilia una forma de identificación alucinatoria. Para más detalles perversos sobre el libro ver esta nota de Soy.

miércoles, 3 de junio de 2009

Cine maldito


El ciclo central del cine del malba de este mes fue desprogramado por Agustín Masaedo y Pablo Marín, como una suerte de actualización doctrinaria del arte termita de Manny Farber, del modernismo vulgar de J. Hoberman (el de Midnight Movies o de "Bad Movies"). Pero igual, más allá de las influencias a la hora de procesar el cine, la idea del ciclo tiene más que ver con apilar películas para demostrar que si el mal viene en frasco de celuloide, es dos veces malo o, mejor todavía, es la multiplicación del mal: el que bien filma, mal acaba. Pero la ambición del ciclo va más allá (el mal no conoce límites): el objetivo no es ser solamente expositivo, exhibicionista (aunque eso no sea poco) sino también conformar un club de amigos/as del mal. Por eso es importante recuperar la idea del espectáculo cinematográfico como secta colectiva, celebración profana, misa negra. Y para que exista un ritual tiene que haber repetición; por eso, la idea de programación parece ser propiciar recorridos para formar sociedades del mal: los amigos de las dulces drogas (Marihuana, Reefer Madness, Maryjane), los adoradores de los psycho freaks (Scanners, La zona muerta, Furia, Carretera perdida, Shock Corridor), los orates cinéfagos (The Rocky Horror Picture Show, Criaturas celestiales), etc.
Entonces, este mes es su oportunidad de elegir su propia aventura cinéfila-maléfica y una posibilidad única para sacar el carnet del club de amigos del mal. No se la pierda, que no hay mal que dure mil años.