domingo, 29 de junio de 2008

El Club y el Clan


Ahí nos escracharon en acción a Agustín y a mí, en el flog de Sr. Tomate, cantando y pogueando la lírica onírica de Crisis energética en el Club de Correos (circa cuatro de la matina). En ese momento volaba de fiebre gripal (que soportaba gracias a varias botellas de cerveza y otras sustancias), pero me sentía feliz gracias al triplete platense de recitales. Ahora, como dice la sabia frase hecha, nadie me quita lo bailado.

lunes, 23 de junio de 2008

Dos son multitud


El infinito anecdotario de Hollywood está sobrecargado de historias donde productores y directores de cine se declaran la guerra antes, durante y después de cada película. Así, las historias de los rodajes se enmarcan fácilmente dentro del género bélico, con batallas, bajas y victorias en ambos bandos. Sin embargo, con dos décadas de trabajo en conjunto, la relación entre la productora Christine Vachon y el director Todd Haynes no podría ser más pacífica. De hecho, no es difícil verlos abrazados en las entrevistas, casi al borde de la franela más afectivamente obscena, o compartiendo un cigarrillo ante las cámaras mientras hablan de la identidad, la cultura popular y el cine en general. Parecen casi una pareja, antes que una productora y su director. Y lo son en cierta manera: son la pareja queer más intensa del cine actual. Y la imagen que crean juntos parece una utopía, una forma de convivencia genuina y sin pose, fuera de lo imaginable en el burocrático mundo del cine estadounidense. Tal vez esto suceda porque ambos pertenecen al cine indie más combativo del off Hollywood. Pero sobre todo, esa actitud de Haynes y Vachon es parte de la aplastante originalidad con que se atrincheran para disparar contra las formas de disciplinamiento y pacatería del cine contemporáneo.
Adiós, Muñeca
Unas imágenes perseguidas y prohibidas sellaron la relación de Haynes y Vachon. Porque la revolución queer cinematográfica comenzó con la película experimental de 43 minutos Superstar: The Karen Carpenter Story (1987). Basada en la vida de la cantante muerta de anorexia, Haynes hizo una reconstrucción biográfica usando muñecas Barbie, clips televisivos, música de Karen Carpenter, apropiándose de la cultura pop para relatar una trama negra de angustia social. Un cartel al inicio de esa película aclara: “Cuando investigamos la historia de la vida y la muerte de Karen Carpenter nos enfrentamos con imágenes extremadamente gráficas de la experiencia interior de la feminidad contemporánea. Vimos cómo la visibilidad de Karen como cantante popular intensificaba ciertas dificultades que muchas mujeres experimentan en relación con su cuerpo.” La película de Haynes le dijo basta a la inocente multiplicación de imágenes y sonidos para el consumo masivo: los juguetes, el flujo televisivo, la música pop ahora se convertían en signos evidentes del disciplinamiento estético que socavaba las conciencias desde una prepotencia patriarcal. Como buen semiólogo que era, Haynes buscó nuevos sentidos en la sintaxis de materias pop, desde un feminismo de resistencia, refigurando las ideas estéticas de las mercancías. Su propuesta no fue respaldada: herederos y discográfica de Karen Carpenter le negaron los derechos de las canciones y Superstar se vio limitada al under, sin distribución, ni exhibición públicas (aunque ahora se puede ver en YouTube). La polémica y la censura no impidieron que la futura productora Vachon viera el corto y se le moviera la estantería. “Superstar era muy gracioso, emocionante, provocativo, tan único como pocas cosas que haya visto, y me mostró lo que era posible hacer. Quería decirle a Todd: ‘Quiero ser tu productora’”. Y se lo dijo; y se unieron en una forma de resistencia que lleva veinte años, que estableció la dupla instigadora que creó la fórmula perfecta del veneno de los ’90.
Diario del ladrón
El primer proyecto conjunto de Haynes & Vachon fue Poison (1991), una extraña e irreverente cruza de tres historias: una relectura del universo novelístico homocarcelario de Jean Genet; un falso documental sobre un niño parricida; una remake paródica de las películas de ciencia ficción de los ’50, con metáfora sobre el sida incluida. El cine indie de EE.UU. era apenas un proyecto, por lo que era difícil financiar una opera prima de estas características. Vachon aplicó al fondo público del NEA (National Endowment for the Arts) y consiguió 25 mil dólares. Cuando Poison fue vista en el Festival de Sundance, con sus escenas frontales de homoerotismo criminal, con su metáfora contra el patriarcado, con su inesperada mirada sobre el sida, la derecha religiosa puso su reaccionario grito en el cielo y empezó una discusión social sostenida por homófobos que acusaban a Haynes y Vachon de ladrones por desarrollar contenidos sexualmente contrahegemónicos con fondos públicos. Y Poison, más que muchos otros gestos de los ’90, fue fundante de la escena queer, antes de que se extienda de la Academia a la calle ida y vuelta, de los estudios culturales a las acciones de desobediencia civil de grupos sexualmente radicales, antes que Leo Bersani volviera a recuperar el valor de la literatura de Genet en su libro Homos. Y sí, Vachon & Haynes hicieron de la incorrección un compromiso amoroso que los llevó a ocupar un lugar ilegal, marginal, tal vez muy cercano al que describe Genet en su Diario del ladrón: “Negando las virtudes de nuestro mundo, los criminales aceptan de-sesperadamente organizar un universo prohibido. Aceptan vivir en él. Los criminales, como el amor, se separan del mundo y de sus leyes”.
Familia queer
Tal vez lo que en realidad la derecha no les perdonó a Vachon y Haynes es que fueran dos personas abiertamente diversas que nunca ocultaron su orientación sexual. A pesar de los ataques, ni Vachon ni Haynes aminoraron la marcha sino que redoblaron la apuesta. Por un lado, Vachon fundó Killer Films, una productora principalmente dedicada al cine independiente y queer. Cimentando a realizadorxs que desafiaron el heterosexismo con películas como Swoon, Go Fish, Stonewall, Los muchachos no lloran, Hedwig and the Angry Inch, entre otras más de cuarenta películas como productora, Vachon reveló cómo a partir de la transgresión de tabúes y la persistencia se puede establecer una carrera fuera de los límites sexistas, pudorosos y pacatos de Hollywood en relación con temas de género y sexualidad. Además de escribir dos libros para ayudar a jóvenes productores independientes, Vachon vive en una familia diversa con su pareja, Marlene McCartney, y Guthrie, su hija adoptiva de siete años. Pero nunca descuidó su relación creativamente amorosa con Haynes. Juntos descargaron su talento en cuatro películas más: 1) Safe, algo así como una continuación de Superstar, sobre cómo la cultura contemporánea lleva a la protagonista a una rara enfermedad; 2) Velvet Goldmine odisea bisexual-andrógina-queer-glam sobre el rock de los ’70; 3) Lejos del paraíso, melodrama alla Douglas Sirk, cruzado por la frontalidad de Fassbinder, sobre una mujer que enfrenta los problemas de raza y sexualidad de los ’50; 4) I’m Not There, que se estrenó ayer en la Argentina, biopic deforme donde la vida de Bob Dylan inspira viñetas protagonizadas por varios actores y una actriz, Cate Blanchett, que ilumina “el lado femenino” de Dylan en una interpretación travesti. ¡Y que para muchos la Blanchett sea lo más dylanesco de esta película es otro triunfo queer de esta pareja!
Y en el juego camaleónico de I’m Not There, que sirve para contar lo propio y lo ajeno, Haynes y Vachon también hablan de sus vidas. Por un lado, Haynes dedica esta película a uno de sus grandes amores, Jim Lyons, que también fue su editor, colaborador e inspirador desde Poison, muerto a principios de 2007 tras una década de tratamientos por HIV. Y, por otro lado, uno de los personajes que desdoblan la personalidad de Dylan en I’m Not There se llama Guthrie, como la hija de Vachon. Así, en esta última película, está presente todo el amor de esta familia queer cinematográfica.
Publicado en el suplemento Soy de Página/12

viernes, 20 de junio de 2008

Llena tu cabeza de rock


Mucho más que viernes santo: ¡Freaky Friday! Porque esta noche el proyectil se multiplica deforme en tres esquirlas platenses que estrenan nuevo rótulo: IndieCabeza. Así las cosas, en esta triple función, con la misma energía despotricada de las revueltas de los autocines, arranca la potencia de banda animalesca 107 Faunos: el amor y la furia vibran en vaca(n)ciones permanentes por lunas y cielos azules, enumeraciones estrafalarias, amigos que les va mal, un calamar gigante y un Muchacho Lobo que corre matinal y deja estela con la misma vitalidad deportiva del homónimo Michael J. Fox. Eso es en Pura Vida (Diagonal 78, entre 8 y 9), a las 21 horas, en plan matinée, y también tocan Marmol R y Viva elástica (trataremos de oír y si vale la pena contaremos qué onda). Después, a unas cuadras de ahí, en las mismas coordenadas (63, entre 8 y 9), sigue esta noche dibujada por un demente sin chaleco pero con fuerza. Ahí, decía, en el Club de Correos, un recital a la carta: pidan lo imposible y lo tendrán en dos bandejas. Primero sube Sr. Tomate para la presentación local de su disco Ritmo de vida (el de la tapa del espantapájaros en medio de una plantación que hormiguea): y en esa huerta, donde florece el folk psicótico de raíces profundas, germinan ecos de gritos de amor desesperadamente paradójicos, zumbidos para hipnotizar colibríes y un par de melodías oníricas donde la locura es el remedio que nos lleva de las narices directo al ojo izquierdo de la tormenta (truenos y relámpagos de felicidad auténtica). Y después, claro, seguirá el clima torrencial, pero en clave roja, porque se anuncia El mató a un policía motorizado para terminar con todo (y sí, terminar es la palabra indicada: la cuadrilla flirtea con el apocalipsis en las canciones que adelantan el ep mortal que cierra la trilogía). Y, como siempre, los motores y las guitarras comunistas sacuden pólvora para que la pirotecnia del punk espacial haga de la mente una pantalla del nuevo rumbo: si hasta ahora los acordes habían calado hongo en las masas (encefálicas) es probable que a esta altura las distorsiones hagan que en la insistente expansión psíquica ya no deje lugar para los/as débiles. Parafraseando las líricas motorizadas: Amanecerá con los muertos, multiplicados por el salón de espejos. Es el tiempo de los tiempos. Y nosotros podemos ser testigos privilegiados (nos pusimos místicos, qué lo parió).

domingo, 8 de junio de 2008

El Instituto de Dante


A la hora de elegir qué historietas leer prefería a los personajes de Mazzone, aunque en mi infancia Dante Quinterno también tenía su lugar, especialmente a través de Isidoro, mi personaje preferido (y siempre odié la versión bonsái Isidorito, incluido en Las correrías de Patoruzito, suerte de remake demagógica para "los más chicos" asumiendo el clisé de que la historieta se debe "adaptar" al público infantil). La otra semana volví a comprar una de las Locuras de Isidoro porque la relación con el cine que proponía el título me atrajo. La locura del mes de mayo se llamaba "El gran cineasta" (las comillas no son mías). La historia empieza con una cita con Paula, una morocha cómplice de las aventuras nocturnas del playboy, que trabaja como secretaria de un distribuidor de cine. Y a Isidoro se le ocurre hacer una "gran película que muestre la Argentina a los ojos de los argentinos y del mundo". Así se lo empieza a explicar él mismo a Paula:

La idea de la película es "mostrar lugares tradicionalmente plomos de la Argentina, que los tenemos, pero con el toque Isidoro. Ejemplos: hipódromo en la península de Valdés, links de golf en el Valle de la Luna, discoteque en la selva chaqueña, todos los museos con bar". El planteo es muy estúpido, pero es claramente propio de todo porteño descerebrado que sostiene que la Argentina debería ser toda como Buenos Aires. Hasta ahí el argumento sonaba menos divertido que cuando en otra historieta Isidoro propuso remodelar Mar del Plata y alfombró las playas de la costa atlántica. Bueh, la cuestión es que el problema central es otro: la historieta, según el copyright, es de 1977. En plena dictadura militar genocida, la idea de dar una "imagen piola de nuestro país" es algo tan reaccionario que se vuelve sangriento. Es imposible sostener la inocencia de este gesto, sobre todo cuando el tío de Isidoro, el Coronel Cañones, apoya a su sobrino en este asunto. A tal punto que en una llamada a su amigo, el Capitán Metralla, el Coronel Cañones retruca:

Un Coronel le propone al Club de Armas un apoyo moral a esa película falsa sobre la Argentina que Isidoro propone filmar en 1977. Esto claramente prefigura todas las ficciones de alegría que generaría el mundial de fútbol del año siguiente. Y hay que pensar que el éxito de Las locuras de Isidoro en la década del '70 era bestial: vendía un promedio de 300.000 revistas mensuales. Por eso, esta visión prodictadura de la historia seguro tuvo repercusión. Pero la historieta también iba más allá: muestra el funcionamiento de las Instituciones en la dictadura. Concretamente: la historia plantea que un Coronel puede conseguir un crédito fácilmente en el Instituto de Cine.

Tras ese crédito, Isidoro convence a productores, distribuidores, inversores internacionales, que su película es una gran idea. Nadie se opone a esa mirada sobre la Argentina. Sin embargo, Isidoro nunca llega a hacer la película porque se gasta todo el crédito del Instituto en viajes y vidurria. Sin dinero para empezar a filmar, el carisma de Isidoro convence a alguien para que produzca la película. Fin de la historia. Nunca vemos la película que va a filmar ni sabremos cómo resultó.
Obviamente, hubo películas falsas sobre la dictadura, tal vez muy parecidas a las que propone Isidoro. Pero sin embargo no hubo historias sobre cómo se pergueñaron esas películas falsas, por eso "El gran cineasta", sin proponérselo, es una mirada única sobre los chanchullos del Instituto de Cine, sobre su relación con la dictadura.
Curiosamente, hace unos meses, Jorge Alvarez, el ex presidente del Incaa, fue acusado de cosas parecidas a las que pasan en esta historieta. Y ahora Liliana Mazure asumió la nueva gestión, y en mayo designó a un nuevo jurado de selección de proyectos cinematográficos, justo el mes que se reedita esta historieta de Quinterno de 1977. Esperemos que sea pura casualidad.

jueves, 5 de junio de 2008

Sobre saqueos y retornos


Este viernes en el CCEBA comienza Vaivén, un ciclo de obras audiovisuales del catálogo de Hamaca. La primera función fue curada por Pablo Marín y este es su texto introductorio.

Apuntes al pasado

“Cuando el trabajo sobre un determinado problema artístico llega a un punto tal que, a partir de premisas aceptadas, parece infructuoso seguir insistiendo en la misma dirección, acostumbran a surgir aquellos grandes retornos al pasado; o mejor aquellos cambios que, a menudo, están relacionados con la asunción del rol conductor por parte de un nuevo sector o de un nuevo género de arte y que crean justamente, a través del abandono de lo ya aceptado, es decir, a través de un retorno a formas de representación aparentemente ‘más primitivas’ la posibilidad de utilizar el material de despojo del viejo edificio para la construcción del nuevo.” En realidad, citas como ésta de Erwin Panofsky, de su estudio sobre la perspectiva de 1927, demuestran que eso conocido hace unas cuantas décadas como found footage (una definición: robar un fragmento o una totalidad audiovisual ajena y reutilizarla con fines personales) y todavía en auge, es una idea desbordante y originaria, presente en la práctica artística mucho antes del nacimiento de la palabra arte, sin mencionar las imágenes en movimiento. Pero también parecen justificar, de manera algo preconsciente, por qué una práctica basada en el saqueo -que fue política antes que filosófica, ilustrativa antes que política, y fisiológica antes que ilustrativa- tuvo su razón de ser en la arista más penetrante de la industria cultural: ese reino caótico, lleno de espejismos y calles sin salida que es el cine. Y en el video, que es, después de todo, lo que ubica todo esto en 2008.
La justificación, hay que decirlo, aparece en la proyección y solo allá, por lo que sería inútil intentar reproducirla acá con palabras. De la experiencia directa con las imágenes robadas de Fernández, Serra, Hurtado y Lacuesta se podrá comprobar si esas luces y sombras en la pantalla son tan sólo retornos al pasado o apuntes sobre un nuevo género. Mientras tanto, en esa provocativa franja de incertidumbre se mueven estos cuatro videos.

lunes, 2 de junio de 2008

Ginsberg en pollera


No pude con mi genio, amplío el post anterior sobre Alison Bechdel. Mi personaje favorito de la serie Dykes To Watch Out For es sin duda Lois, la empleada de la librería feminista Madwimmin, que vive en comuna con Sparrow, Ginger, Jiao y Stuart. Y de este último estoy completamente enamorado: Stuart es un gordito pelado de barba completa y anteojos, versión panzona de Allen Ginsberg, con una ideología punk pacifista que me subyuga. En el episodio final del libro Dykes and Sundry Other Carbon-Based Life-Forms To Watch Out For (2003) se descubre que Stuart llenó el formulario para entrar al servicio militar con la letra de la canción de Ramones "Now I Wanna Sniff Some Glue". Con ese gesto se convirtió en uno de mis héroes preferidos de historietas. Y además las polleras le quedan muy bien.