domingo, 8 de junio de 2008

El Instituto de Dante


A la hora de elegir qué historietas leer prefería a los personajes de Mazzone, aunque en mi infancia Dante Quinterno también tenía su lugar, especialmente a través de Isidoro, mi personaje preferido (y siempre odié la versión bonsái Isidorito, incluido en Las correrías de Patoruzito, suerte de remake demagógica para "los más chicos" asumiendo el clisé de que la historieta se debe "adaptar" al público infantil). La otra semana volví a comprar una de las Locuras de Isidoro porque la relación con el cine que proponía el título me atrajo. La locura del mes de mayo se llamaba "El gran cineasta" (las comillas no son mías). La historia empieza con una cita con Paula, una morocha cómplice de las aventuras nocturnas del playboy, que trabaja como secretaria de un distribuidor de cine. Y a Isidoro se le ocurre hacer una "gran película que muestre la Argentina a los ojos de los argentinos y del mundo". Así se lo empieza a explicar él mismo a Paula:

La idea de la película es "mostrar lugares tradicionalmente plomos de la Argentina, que los tenemos, pero con el toque Isidoro. Ejemplos: hipódromo en la península de Valdés, links de golf en el Valle de la Luna, discoteque en la selva chaqueña, todos los museos con bar". El planteo es muy estúpido, pero es claramente propio de todo porteño descerebrado que sostiene que la Argentina debería ser toda como Buenos Aires. Hasta ahí el argumento sonaba menos divertido que cuando en otra historieta Isidoro propuso remodelar Mar del Plata y alfombró las playas de la costa atlántica. Bueh, la cuestión es que el problema central es otro: la historieta, según el copyright, es de 1977. En plena dictadura militar genocida, la idea de dar una "imagen piola de nuestro país" es algo tan reaccionario que se vuelve sangriento. Es imposible sostener la inocencia de este gesto, sobre todo cuando el tío de Isidoro, el Coronel Cañones, apoya a su sobrino en este asunto. A tal punto que en una llamada a su amigo, el Capitán Metralla, el Coronel Cañones retruca:

Un Coronel le propone al Club de Armas un apoyo moral a esa película falsa sobre la Argentina que Isidoro propone filmar en 1977. Esto claramente prefigura todas las ficciones de alegría que generaría el mundial de fútbol del año siguiente. Y hay que pensar que el éxito de Las locuras de Isidoro en la década del '70 era bestial: vendía un promedio de 300.000 revistas mensuales. Por eso, esta visión prodictadura de la historia seguro tuvo repercusión. Pero la historieta también iba más allá: muestra el funcionamiento de las Instituciones en la dictadura. Concretamente: la historia plantea que un Coronel puede conseguir un crédito fácilmente en el Instituto de Cine.

Tras ese crédito, Isidoro convence a productores, distribuidores, inversores internacionales, que su película es una gran idea. Nadie se opone a esa mirada sobre la Argentina. Sin embargo, Isidoro nunca llega a hacer la película porque se gasta todo el crédito del Instituto en viajes y vidurria. Sin dinero para empezar a filmar, el carisma de Isidoro convence a alguien para que produzca la película. Fin de la historia. Nunca vemos la película que va a filmar ni sabremos cómo resultó.
Obviamente, hubo películas falsas sobre la dictadura, tal vez muy parecidas a las que propone Isidoro. Pero sin embargo no hubo historias sobre cómo se pergueñaron esas películas falsas, por eso "El gran cineasta", sin proponérselo, es una mirada única sobre los chanchullos del Instituto de Cine, sobre su relación con la dictadura.
Curiosamente, hace unos meses, Jorge Alvarez, el ex presidente del Incaa, fue acusado de cosas parecidas a las que pasan en esta historieta. Y ahora Liliana Mazure asumió la nueva gestión, y en mayo designó a un nuevo jurado de selección de proyectos cinematográficos, justo el mes que se reedita esta historieta de Quinterno de 1977. Esperemos que sea pura casualidad.

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