martes, 18 de diciembre de 2007

El Gordo de Navidad


Aclaro que, si bien pesebre y árbol navideño no me interesan, soy un estricto fanático de las navidades, especialmente de su gran protagonista: Papá Noel. Sé perfectamente que el hombre del Polo que le lleva regalos a los niños que se portan bien es un invento de Coca-Cola. Sin embargo, creo que, como dijo el sabio francés: "Somos hijos de Marx y de la Coca-Cola"; el rojo lo tiñe todo y une lo imposible, como si se tratara de hermanos de sangre.
Tal vez, mi principal entusiasmo por la navidad se relaciona con que siempre fue carne de cañón para el disparo punk: desde la gran canción "Merry Christmas (I Don't Want to Fight Tonight)" del cerebro vaciado de Ramones (se puede ver el video en el sitio oficial) hasta "Feliz Falsedad" de los mil a gritos de Soziedad Alkoholika. En Argentina, está el primer disco de Attaque 77, que hoy considero rescatable, hasta la gran primera parte de la trilogía de El mató a un policía motorizado: Navidad de reserva. Todavía recuerdo como un vívido momento emotivo de principios de los 90, haber visto en Cemento un recital de Las Pelotas donde cantaron "Noche de Paz" de Sumo, un villancico en versión grito punk.
Hace un par de días, revolviendo en esos locales de historietas usadas que visito seguido, encontré un ejemplar de la serie de "Clásicos del cine" con mi película preferida de Navidad: Santa Claus conquista a los marcianos (1964). Película clase Z, kidsploitation sin culpa, con un robot de latón que parece un tipo incrustado en un aparato de aire acondicionado. La película es una locura muy divertida post50, como si fuese una ruina del imperio dorado de la ciencia ficción clase B de la década anterior. Ya tenía la Filmfax #53 que le dedica la tapa a esta película y, ahora, esta historieta suma en mi colección de memorabilia basura.
Pero, ante todo, Papá Noel es una figura erótica para mí. Barba, canas y panza alcanzan para aplacar las ganas. En Santa Claúsula (1994), el padre divorciado Scott Calvin (Tim Allen) se vuelve gordo y viejo a causa de un hechizo y tiene que encarnar a Papá Noel. Al final de la película, su mujer le dice que tendrían que tomar vacaciones; y el gordo Allen acota un último chiste: "Tenemos que ir a un lugar donde no haya playa". A mí no me pareció nada gracioso, más bien indignante. ¿Como que los gordos temen o no deben mostrar sus panzas en las playas? Creo que esa es la línea más osofóbica de la historia del cine; y no hay ningún lugar que se parezca más al paraíso que una playa llena de panzones orgullosos, o de PapáNoeles en bolas. Ese lugar es mi Feliz Navidad.

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