viernes, 21 de octubre de 2011

Godzilla va al Jockey Club


Tercer día de mi recorrida por la capital tucumana, cansado de pasear por el Centro, peatonales y demás me decido a almorzar en el Jockey Club, frente a Pza. Independencia. Subo por una escalera de mármol y barandas doradas; me esperan salones principescos, mozos con guantes blancos, seis cubiertos, sillones de cuero, vitreaux con iconografía neoclásica. Lxs clientes estaban todxs de traje o elegante sport, promedio de edad 50 años; yo, en bermudas, remera de Acción mutante, zapatillas, medias no haciendo juego y anteojos negros imitación ray bans de marco turquesa y patillas amarillo huevo, y cargaba una bolsita de plástico de una librería de saldos con tres revistas de cómics de sexo y violencia para "adultos de verdad". Fui al Jockey porque estaba entre las propuestas del voucher del festival de cine donde era jurado, y ya estaba un toque podrido de comer en el restorán con "horno de barro a leña de quebracho".
Todxs lxs clientxs me ignoraban, yo era como un fantasma para todxs menos para los treinta mozos que revolotean a tu alrededor. Era como si en la distinguida diplomacia que reinaba en el Jockey Club estaba incluida la idea protocolar de que si aparece godzilla a pedir un plato de locro nadie tiene que inmutarse. Igual en un momento pensé que iban a traer una mampara o un biombo para taparme, para que no quebrara la estética del lugar con mi presencia. La elegancia imperante parecía también implicar que todo el mundo hablase muy bajo, lo que impedía que, estando a menos de un metro de otra persona, pueda entretenerme escuchando conversaciones ajenas, deporte perfecto para alguien que almuerza solo en un restorán. Me puse a leer un cómic queer.
Para ir picando me trajeron unas tostaditas con una pasta de remolacha (de color muuuyyy gay, como correspondía al ambiente). Riquísimo, pero se me metió en una muela cariada que espera pasar a mejor vida. Lo llamo al mozo y le pido un escarbadientes. Se va, tarda cinco minutos, vuelve y me dice que no tienen. Me río de mi propia idiotez.

2 comentarios:

Quielo dijo...

Pago 20 euros por ver la escena filmada.
Quielo.

Diego Trerotola dijo...

Es el máximo presupuesto que recibiría por una película, hasta la fecha. Si estuviese en Tucumán aceptaría seguro la oferta. Pero desde acá se complica el rodaje. ¿Que sea en euros implica que estoy aceptando una copropducción? No me gustaría que termine interpretándome Santiago Segura. O que el mozo sea Javier Cámara.