miércoles, 12 de octubre de 2011

Viva La Pepa


Muchas de las formas de post-identidad a las que me gusta pertenecer, aunque sea solo por instantes, son un invento personal, intransferible, una manera de mutar en el mundo, formas que vivo públicamente pero nombro en secreto, en mi intimidad lisérgica. La post-identidad que más me gusta, y que vuelve más seguido que otras, es la de putorta, fusión de putez y tortez, porque creo que soy un poco las dos cosas (¿y ser un poco puto y un poco torta no es ser muy trans?). Lo primero que aparece googleando "putorta", es un link (desactivado) de una "putorta de banana", lo que me confirma la entidad queer de esta anti-categoría. Este año, entre mis actos putortilleros, estuvo el viaje al juicio por el asesinato lesbofóbico o crimen de odio de La Pepa Gaitán, para el que corté y pegué un flyer punk fanzineroso que fue repartido en una Radio Abierta en la peatonal de la capital cordobesa el último 3 de agosto. Después, el flyer se usó para ilustrar una nota en el suplemento Soy y fue incluido en el archivo lésbico Potencia tortillera, que se inauguró en Casa Brandon hace poco, donde me sentía como una pequeña, ínfima porción de la torta colectiva. Y también usamos el flyer en un comunicado de la CHA y fue difundido en Indymedia y otros sitios. Así que estoy contento de que mi consigna putorta haya tenido tanta vida viral. ¡Soy una putorta virósica!

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