A fines de enero de 2008 me encontré con Tsai Ming-liang y Lee Kang-sheng en Rotterdam, mientras presentaban Help Me Eros, la segunda película de Lee como director donde Tsai era productor y director de arte. Los había conocido en Buenos Aires durante la retrospectiva del Bafici 1999 cuando les hice una entrevista (aún inédita, tal vez perdida), sólo por el placer de charlar con el director y su actor fetiche. El primer contacto con su cine había sido un shock: fue en la sala Leopoldo Lugones en una retrospectiva de cine taiwanés donde proyectaban Rebeldes del dios neón (1992), su primer largometraje juntos, revelación que proponía un cine de riesgosa sensualidad urbana y un impulso cinemático renovador con influencias inusuales para una película asiática. La primera nota que escribí sobre este cineasta y su alter ego fue a partir de esa misma película, años antes de relacionar en una nota a The Hole con Goodbye Dragon Inn para un libro editado por el Festival de Gijón. Replico el texto sobre Rebeldes del dios neón, publicado originalmente por El Amante y reimpreso por la Filmoteca de Andalucía.
Made in Taipei
Muchas veces, tras el afianzamiento de un cineasta, la mirada retrospectiva hacia su ópera prima se convierte en un catálogo desafortunado de elementos que luego se sitúan en el centro de la obra del realizador. Así, la lectura de la película es como una descripción del universo precario que se construirá con mayor consistencia en películas futuras. Aunque la idea es apartarse de esta visión, que usualmente es muy asfixiante a la hora de definir el vuelo propio de una primera obra, el asunto es complicado al tratarse de Rebeldes del dios neón de Tsai Ming-liang. Sobre todo, porque esta película es el comienzo de las travesías del personaje Hsiao-kang, siempre interpretado por Lee Kang-sheng, protagonista excluyente de todas las narraciones de Tsai. Al igual que Richard Gere en la remake de Sin aliento, el personaje de Lee se transforma en esta primera película en un “surfer” glacial, que tras perder su medio de transporte (la moto), encuentra su propio modo de deslizarse por las calles de Taipei. Pero antes que una relación con esa película de Godard, Rebeldes del dios neón establece un parentesco con Los 400 golpes de Francois Truffaut, y no sólo por ser el comienzo de una saga interpretada por un mismo actor/personaje al estilo de Antoine Doinel/Jean-Pierre Léaud. (Nueve años después, en What Time Is It There?, Hsiao-kang verá un video de Los 400 golpes y se obsesionará con pertenecer a ese otro espacio/tiempo: la Francia de la Nouvelle Vague.) La relación profunda entre la película de Truffaut y la de Tsai está en una visión del relato de iniciación como la posiblidad establecer un tránsito propio, signado por el descubrimiento de la ciudad y de realidades ajenas a la familia y a la educación. De hecho, Taipei es el otro personaje principal de la película de Tsai: la ciudad se comporta como las máquinas de los locales de videojuegos que cuando termina el crédito siguen funcionando como si tuvieran vida propia. Como escribe Chuck Stephens en un artículo de 1996 en Film Comment, las inundaciones en el departamento y el ascensor que se detiene caprichosamente en Rebeldes del dios neón hacen parecer que el edificio tiene “tanta vida como sus ocupantes”. En esta película, más que en las siguientes, los largos planos generales de Tsai marcan la independencia de la arquitectura urbana; de hecho, como bien reza el título, el neón es un personaje que no sólo tiene vida sino que tiene la capacidad de crearla. Pero a diferencia de Truffaut, hay un homoerotismo* latente y la mirada de Tsai Ming-Liang sobre el animado Lee Kang-shen se parece bastante a la de Pier Paolo Pasolini sobre Nineto. En esta película, Lee persigue y espía a dos delincuentes juveniles que roban teléfonos públicos y plaquetas en un local de videojuegos. (Tsai vio por primera vez a su actor fetiche en uno de esos locales.) Esos delincuentes son los responsables de romper el espejo del taxi del padre de Lee. En la relación perseguidor/presa se duplica la visión homoerótica del realizador, porque Lee mira con esos ojos fascinados con que Sal Mineo idolatra a James Dean en Rebelde sin causa (tal vez la cita a la película de Nicholas Ray sea el verdadero sentido del título taiwanés). En una escena, Lee perpetra su venganza destruyendo la moto de uno de los delincuentes y escribe la palabra sida sobre la carrocería. Como si se tratara de una violación sexual, o de un ataque viral, Lee concreta de un modo simbólicamente infeccioso la relación conflictiva con los marginales. Esta escena señala a My New Friends, el primer documental sobre el sida realizado en Taiwán, que Tsai filmó para la TV en 1995. En la nota citada, Stephens reproduce una de las declaraciones del documental: “En la primaria, todos tienen curiosidad sobre el sexo… pero nadie tiene el temple para acercarse a una niña. Así que el sexo y la homosexualidad son dos cosas que pensamos mezcladas. Con frecuencia pretendemos que algunos de nuestros compañeros son niñas”. Lejos del cine tradicional, tanto oriental como occidental, la relación masculino/femenino en Tsai tiene algo de esa inocencia primaria con su mezlca de extraña pureza y saludable perversión, que alcanza una ambigüedad sensual y sensorial. Al revés de las películas de juventud de su colega taiwanés Hou Hsia-hsien, desde The Boys from Frengkuei (1983) hasta Millenium Mambo (2001), la puesta en escena de Tsai funciona a partir de una poética de sustracción: hay menos tendencia al dramatismo, a la estilización, a la candidez y al sentimentalismo. Por eso, más que un registro compositivo, en Rebeldes del dios neón hay una liberación contemplativa y el encuadre es más un espacio fílmico de exploración que permite a los espectadores iniciar recorridos originales. En ese sentido, es una gran película de iniciación.
*La versión que subieron al sitio de la Filmoteca de Andalucía dice homoexotismo en lugar del homoerotismo de la versión original. Es un error de tipeo pero estuve tentado en dejar esa palabra por la extraña sintaxis (homo+exotismo), pero hago honor en ese caso al texto original.
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