El último viernes, una hora antes de medianoche, se repitió el viaje a La Plata, pero esta vez volamos por la autopista en máquina plateada. El objetivo era doble: asado y fiesta freak. El asado fue en una casa semitomada, próxima a derrumbarse, donde se fumó la pipa de la paz. Y tras la desopilante anécdota del abogado petiso que dejó las leyes cuando descubrió tener el "don de la pulseada" (y que ganó fortunas en apuestas donde desplumaba a patovas empleados de seguridad), alguien nombró un monolito (otros decían que era sólo una placa) dedicado a los Ramones que había entre dos calles platenses, cerca del monumento al perro. Según contaron, se había invitado a Marky Ramone para inaugurar el monolito/placa, pero el evento terminó en una guerra de escupitajos punk (investigando internet, una noticia dice otra cosa que suena igual de inexacta en la descripción del evento). Antes de ir a la fiesta, a velocidad de auto-rayo, patrullamos las calles en busca del monolito pero sólo encontramos el monumento al perro (una de las cosas más feas del mundo) y, en frente, una placa dedicada a Perón. De Ramones no había ni un graffiti. Luego hubo música disco con Weekend de Godard como pantalla. Además fue mi casi debut como dj con un miniset: Jet Boy Jet Girl de Elton Motello (cortesía de John Waters) y Everyday is Halloween de Ministry; un doble programa de ciencia ficción y terror: buenos géneros para vibrar en la ardiente oscuridad.
Aclaración: Se espera recibir la foto del monumento al perro para incluirla en esta entrada.
Aclaración: Se espera recibir la foto del monumento al perro para incluirla en esta entrada.
Aclaración 2: Se agrega la foto por gentiliza del ojo nocturno de Agustín Masaedo y queda demostrado que el monumento al perro está entre lo más desagradable que, por estos días, se puede ver en el espacio público.
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