miércoles, 21 de noviembre de 2007

La crónica marcha: Patinando por un sueño


El tic porteño de llegar tarde no tuvo tregua, a las tres había muy poca gente en la Plaza. Durante la mañana había llovido bastante y las nubes todavía mostraban los dientes grises. Sin embargo, las chicas superpoderosas de Escote en ve, venidas de La Plata, estaban listas en Plaza de Mayo para preparar su show debut en Capital. No las acompañaba mucha gente, apenas un perro negro vagabundo y Ramón de Reimon. No muy lejos, las agrupaciones estacionaron camiones/carrozas y los comenzaban a embanderar. Los que estaban listos eran los puestos de la feria artesanal gltb que ya ofrecían pins, banderitas, remeras, panfletos y otras cosas que exhibían ideas, colores, información.

Lisa de Brandon fue la primera vez que participó en la Comisión Organizadora de la Marcha del Orgullo LGBT y su aporte fue fundamental. Se puso la camiseta y la transpiró a la par de tod@s. Junto a ella presentamos el escenario de Plaza de Mayo, bautizado Nadia Echazú. Tal vez, este sea un nombre olvidado o simplemente desconocido por muchos/as. Pero Nadia fue una de las personas más importantes para el movimiento LGBT en los '90: era la activista trans más inteligente (hasta en su propia locura), la mujer más vibrante que conocí (hasta en su propia timidez) y la amiga más fiel (hasta en su propia inconstancia). Murió hace un par de años, pero en cada marcha la alucino igual a las últimas veces que vino: deslizándose con sus patines por Avenida de Mayo, porque ella no necesitaba subirse a una carroza, ella era una chica rodante, un camión con acoplado que pobre del que se le cruce. Nadia embestía con su pasión sin límites de velocidad. Patinaba por su sueño, que por suerte fue y es el mismo que el nuestro. Por eso la recordamos en el escenario, con el escenario. Y al momento de nombrar a Nadia ya éramos miles de personas tomando un sol del orgullo que había evaporado las nubes dentadas. No salió el arco iris, pero no lo necesitábamos, ya lo habíamos fabricado nosotros y lo multiplicábamos en banderas, pins, pulseras, vinchas, etc.
A la hora del recital de Escote en ve la plaza ya era una muchedumbre importante. Y, tras su debut en La Plata hacía menos de un mes, las cuatro chicas de la banda demostraron que son la nueva promesa de la ruidosa escena platense. Canciones directas a la mandíbula de la pacatería con un sonido físico, fuera de las electrónicas virtualidades de esta era digital. La banda perpetra la vibración física de la era analógica, como si sus melodías resultaran de la distorsión de la cintas estiradas de los cassettes viejos (de hecho, ellas repartieron una calcomanía con su flyer en formato de cassette). La música de Escote en ve señalaba una gran esperanza: otra distorsión social es posible.

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