miércoles, 21 de octubre de 2009
Tecno-voyeur
El plano de la tijera que Grace Kelly clava en la espalda del asesino de La llamada fatal (Dial M for Murder, 1954) fue originalmente filmado en tres dimensiones, pero como el sistema ya había pasado de moda, la película se estrenó en versión plana. Sin embargo, se reconstruyó esa escena en 3D para exhibirla en el parque temático de Universal en Orlando. Verla me reveló que el 3D tiene posibilidades ideológicas, estéticas y conceptuales más allá de su calidad de espectáculo, y que es una pena que otros directores no se interesasen en experimentar con sus efectos. Y, además, defiendo la idea del cine como experiencia puramente sensorial, y por eso no puedo dejar de seguir de cerca el resurgimiento del 3D, incluso en sus versiones industriales más espurias. Y esta crítica de Sangriento San Valentín 3D, publicada en El Amante, es una forma de tratar de rastrear una veta de su historia.
A veces, incluso, deseo que a alguien se le ocurra hacer versiones 3D de algunas películas canónicas, volviéndolas más efectistas, para revisar la historia del cine como si fuese un parque temático. Por ejemplo, en tres dimensiones la bola de cristal del comienzo de El ciudadano te estallaría en los ojos; o el baile de los panes de La quimera del oro te patearía la nariz. O mejor sería El Acorazado Potemkin, porque el carrito cayendo por la escalinata de Odessa te aplastaría la jeta; o que con Octubre sientas que te golpea un pedazo de la estatua zarista que el proletario derriba. ¡Uy, qué ganas de ver la revolución rusa en 3D!
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