martes, 18 de agosto de 2009

Mondo carne


Creo haber leído alguna vez que Tim Burton sostenía que había sólo dos tipos de dibujantes, los que publicaban los dibujos y los que no. En esa idea hay un intento de acercamiento estéticamente amoral a esa disciplina (nada de diferenciar entre buenos y malos dibujantes), pero sobre todo, la idea de Burton parece democratizar la tarea plástica para sostener que todo el mundo es dibujante, que toda imaginación icónica es dibujo: fantasear una imagen es ya convertirse en dibujante, incluso antes que eso tenga cualquier representación material, incluso antes de que esa fantasía vea alguna luz fuera de nuestra conciencia. En realidad, esa es la gran utopía infantilista de la vida y la obra de Burton: los garabatos de todas las personas, incluso aquellos más impalpables y primarios, son mundos válidos y habitables. En otras palabras, el dibujante como demiurgo: dibuja tu aldea y crearás el mundo. Hoy el efecto del flujo digital del imaginario de internet parece achicar aún más la brecha entre la fantasía icónica y su existencia material, con la impresionante demiurgia de la red: por ejemplo, con un clic en el google-imágenes se crea un instantáneo mapa de imágenes (por más gastado y doméstico que esté el procedimiento del buscador de imágenes no deja de ser un artilugio prodigioso).
Para alguien que comparta una afinidad afectiva y erótica por los cuerpos gordos (como por cualquier otra forma que se excede del gusto medio) la posibilidad de encontrar una representación de su deseo en la raquítica iconografía erótica argentina era tarea imposible hasta que a fines de los '90 internet se convirtió en una pista de despegue para otras galaxias del placer carnal: por fin se veían las líneas que dibujaban el deseo realmente diverso. Por eso fueron muy importante las comunidades virtuales para el universo de los osos. Y, con más intensidad que el snapshot casero, pero con menos frecuencia, se pueden encontrar porfolios de dibujantes que apuestan por otra sensualidad de la carne con trazos que materializan un deseo que incluso no tiene modelo vivo, una fantasía pura del cuerpo excesivo. Muchos de esos porfolios se basan en estéticas idealistas, claro, pero en el sentido menos apolíneo de la alucinación erótica.
Los cuatro dibujantes diversos que reseñé para el último suplemento Soy desarrollan distintas miradas para retratar el gusto por los osos, los gordos, los daddies, los leathers y otras especies del deseo peludo y carnoso. La idea parece ser: Pinta tu panza y crearás tu mundo erótico.

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