domingo, 2 de agosto de 2009

Big Daddy


Ayer sábado, cuando la oscuridad santélmica casi se convertía en domingo, en el recinto Espacio Ecléctico sucedió el milagro invisible: el aire se agitó de tal manera que las partículas elementales entraron en estado de convulsión, hacían onomatopeyas irreproducibles como grito de guerra a capa y espada (era una batalla sin pólvora, una lucha de valientes). Cuerpo a cuerpo: ahí estaban las vibraciones del ritmo descompuesto para conquistar el letargo pesimista, la golosina de conserva, los calambres de la rutina y muchas otras cosas más que se archivan en museos. Y si se conquistaron esos territorios fue para ganárselos al mar de la estupidez tranquilizadora y tramar progresivamente una fiesta del sonido descentrado. Así, la marcha del redoblante de Daddy Antogna y su equipo de tres antenas (Alan Courtis, Fernando de la Vega, Nicolás Diab) desgranaron la energía luminosa para hacer una heliografía fundamental: casi todo ese prodigio combatiente quedó grabado de antemano en un disco adentro de una caja de cartón, que algunos llaman CD, por Compact Disc, aunque creo que en este caso se debería hablar de Cresta Disonante. Y así fue que esa noche mítica volverá a restituir el temblor de sus hélices belicosas en el hueco que se abra en el solitario placer nihilista cada vez que haga clic (como lo hago ahora mismo) en cualquiera de sus ocho pistas de despegue. Los trofeos de guerra se pueden disparar en cualquier momento: ese es el mejor peligro que debe atravesar un sobreviviente.

1 comentario:

boris dijo...

hola diego, como estas? está muy bueno tu blog y lo disfruté mucho
¡comunicate!
abrazo