viernes, 27 de febrero de 2009

Bananarama


Abajo de este blog está el reproductor para que con un simple click en play puedan escuchar el gran disco tributo a Velvet Underground creado por bandas locales: una jauría de once covers del primer disco de esa banda de NY junto a la chanteuse Nico, que fue producido por Andy Warhol. Sí, el disco de la banana pop, ese mismo, ese de 1967 que contiene las hipnóticas melodías bajo influencia. Ahora viene reversionado así:
01 - Mañana de Domingo - Flavia & The Motonets
02 - I'm Waiting For The Man - Ushuaia Rocks!
03 - Femme Fatale - Modular
04 - Venus en Pieles - Woodie Alien
05 - Corre, Corre, Corre - El Mató a un Policía Motorizado
06 - Todas las Fiestas del Mañana - Sr. Tomate
07 - Heroin - Reno y Los Castores Cósmicos
08 - Ahí Va Otra Vez - Picón de Mulo
09 - I'll Be Your Mirror - Hacía Dos Veranos
10 - Canción de la Muerte del Ángel Negro - Javi Punga
11 - European Son - Mujercitas Terror
Acá está el sitio oficial para más información, descargas, etc., y para participar en un concurso de tapas. Y acá está el texto breve sobre el disco tributo que escribí para el suplemento Soy.

martes, 24 de febrero de 2009

Mi familia es un dibujo


La ceremonia de los Oscar empezó bien como pocas veces, con un musical de garage que después se convirtió en puro Broadway protagonizado por la gran estrella de esa noche, Mr. Hugh Jackman, el Wolverine de X-Men. Después de un par de números divertidos, de un gran corto de Judd Apatow y alguna cosita más, todo fue más de lo mismo que los últimos años, o sea, un plomazo soporífero.
Para mí el detalle siniestro fue la pantalla con las cinco imágenes de los nominados como actores secundarios, ¿vieron la foto de Heath Ledger? Era impresentable, horrible como pocas, no sé de dónde la sacaron pero parecía una foto del carnet de la pileta, de esas que a cualquiera le da vergüenza mostrar. ¿O era una foto del estado actual de su cadáver?
Y de la familia de Ledger, qué me cuentan. Se volvieron tan populares con sus minutos de fama esa noche del Oscar que los productores tendrían que considerarlos seriamente para papeles de la próxima película de Batman: el padre, con su pelada perfecta, está pintado para encarnar a Lex Luthor (sé que es un supervillano de Superman, pero se lo podría dejar en consignación para una película), la madre estaría muy bien para el papel de la tía Harriet (que regrese, nomás, la perdonamos), y la hermana podría ser una Batichica soñada.

jueves, 12 de febrero de 2009

PhotoShop


Esta semana escribí en el suplemento Soy sobre algunas de las películas del Festival de Berlín que compitieron por el premio Teddy. Entre ellas está el mejor corto que vi este año, 575 Castro St. de Jenni Olson, que se puede ver completo online. Acá van algunas ideas rápidas sobre las virtudes del corto.

Para acompañar al estreno de Milk de Gus Van Sant, el sitio FilmInFocus encargó una película a Olson, una cineasta, programadora, activista, investigadora y coleccionista lesbiana que está entre las máximas especialistas en cine glttbi del mundo. 575 Castro St. hereda toda la inteligencia y sensibilidad que había desarrollado en su primer largometraje Joy of Life (2005), un montaje parsimonioso de una serie de planos fijos de la ciudad de San Francisco, con las calles casi despobladas de cualquier movimiento que no sea el del viento o el agua corriendo bajo el monstruoso puente de hierro. Si bien hasta aquí la película podía relacionarse con cierta tendencia contemporánea al documental de observación, y más directamente a ciertas películas de Chantal Akerman, una mirada ensayística y política la hacían muy personal. Dividida en dos partes, Joy of Life superponía a esas imágenes contemplativas una voz donde la directora, en primer lugar, contaba una serie de metejones y amores lésbicos, con todas las complejidades y laberintos de sus relaciones urbanas, y después comenzaba a hacer un ensayo sobre la enorme cantidad de suicidios en el puente Golden Gate y la dimensión política de esas cifras. El sexo y la muerte se conectaban en la arquitectura de la ciudad como un dúo crítico, sacando literalmente a la calle cosas que no se discuten como políticas públicas, como temas sociales, poniendo en crisis ciertas ideas de la modernidad. Para Olson, hablar desde el espacio urbano, la polis, es el único escenario posible para plantear estas discusiones, para salir del clóset apolítico: y ese gesto es, en parte, la alegría vital de la que habla esta película. Si bien 575 Castro St. continúa con esta exploración espacial-arquitectónica-sexual-mortuoria-política, la idea parece ser inversa: mientras Joy of Life era todo exteriores, en este caso hay sólo interiores; o casi.
El corto comienza con este texto que Olson antepone a las imágenes:
"En febrero de 1977 nació el Festival de cine gay de San Francisco cuando un autodenominado 'grupo rasca de cineastas hippies maricas' se reunieron y proyectaron sus cortos en Super 8 sobre una sábana. Muchas de estas películas exploraron temas gay, pero (como otras películas experimentales de la época) muchas eran simples estudios de la luz y el movimiento. La mayoría de estas películas fueron procesadas en la Casa de Fotografía Castro de Harvey Milk en el 575 de la calle Castro.
En 2008, la Casa de Fotografía Castro fue recreada en esa misma dirección para la película Milk de Gus Van Sant. Esta película fue filmada en ese set."

Si bien los cuatro únicos planos que integran el corto de Olson están rodados en el interior del decorado construido para la película biográfica de Van Sant, la puesta en escena y la relación voz-imagen continúan yendo en la misma dirección que Joy of Life, pero ahora agregando una serie de capas que también hacen de este corto minimalista un gesto audiovisual sutil y desbordado. Esos cuatro planos, bien mirados, construyen una historia de la resistencia del activismo y del cine experimental, en un mismo movimiento. En primer lugar, los dos primeros planos del corto dejan ver casi la totalidad de la Casa de Fotografía Castro de Milk, que está atravesada de luz porque hay puertas que dan a las dos calles paralelas, como si ese local fuese un túnel luminoso que cruza la manzana. Eso implica que el lugar tiene una relación directa con la calle, como borrando el espacio público del privado (en la película de Van Sant, Milk dice, en uno de sus discursos más populares, que el espacio privado es el enemigo de la comunidad gay, una frase que también define la arquitectura de su local, pero que la película Milk no aprovecha en ningún momento). En el segundo plano del corto de Olson ya se llega a ver cómo los rebotes de las luces entran por las amplias vidrieras del local inhabitado y hacen un paseo lumínico por el lugar, como acariciando las superficies sensuales de cada mueble, cada objeto, cada pared. En los planos siguentes, cada vez más cerrados, esa luz se volverá más potente hasta terminar dibujando en una pared del local una serie de formas diversas en una secuencia temporal irregular. La luz que entra de afuera genera el movimiento, la vida interior.
Todas estas imágenes están sonorizadas con unas palabras que Harvey Milk dejó grabadas el 18 de noviembre de 1977, para ser escuchadas en caso de ser asesinado, que ocurrió más de un año más tarde. Milk no estaba en un estado paranoico, sino que su visibilidad gay como candidato político ya lo había convertido en un blanco de varias amenazas de muerte. El tape de audio original al que accedió Olson dura 13 minutos y en el corto incluye una edición abreviada de alrededor de seis minutos (supuestamente Milk grabó la misma cinta tres veces para entregársela a distintas personas y, según algunas fuentes, cada una de ellas tendría leves diferencias en el contenido del texto. Gran parte del texto que se escucha en 575 Castro St. está trascripto más abajo).
Como Joy of Life, en primer lugar 575 Castro St. se presenta como una película sobre la ausencia, sobre la muerte, para transformarla en un fantasma que brilla en el presente, sin hacer sombra ni encandilar, sino como un punto de luz y de partida para dinamizar un pensamiento sobre presente, pasado y futuro, para construir un legado. Es un réquiem ínfimo, rupestre, con algo de tristeza y esperanza mezclado en su transcurrir discreto. Y también, aunque el corto parece una simple impostura espontánea, es una película cargada de la historia del cine queer underground, como si en esa pared del decorado se abriera una pantalla de un nuevo mundo, una suerte de mural en una versión moderna de la cueva de Altamira, donde se apoyaron principalmente las manos de los cineastas sexperimentales y dejaron su huella.
Como bien aclara el texto introductorio, en ese mismo lugar se revelaron las películas en Súper 8 que serían parte esencial del primer Festival de cine gay de San Francisco, y muchas, como esta y otras películas de Olson, eran estudios de la luz y el movimiento. El minimalismo y el crudismo del ensamble de esos cuatro planos no-narrativos y la utilización del sonido áspero recuerdan a cierta tendencia poética del documental primitivo del underground como algunas de las películas de Jonas Mekas. De hecho, el amateurismo de Milk para grabar su voz remite directamente a la forma de sonorizar las películas de Mekas que convierten el intimismo más cotidiano en un gesto político, en una cruzada del cine underground. Por esa misma voz, ajena y encontrada, 575 Castro St. también se encastra en la dirección del cine político-panfleto-experimental, que usa el reciclaje de archivo, como esa primitiva inmediatez de Perfect Film (1985) de Ken Jacobs, un cineasta que comparte la luz crítica de Olson.
La omnipresencia de elementos escenográficos relacionados a la fotografía en cada plano convierten también al corto en una suerte de metadiscurso sobre las herramientas propias de construcción visual: de hecho, por segundos, incluso cada encuadre podría ser una fotografía fija que la luz y el movimiento exterior la convierten en cine. Esta tendencia al metadiscurso es propia de la historia del cine experimental, desde tempranos ejemplos como El hombre de la cámara (1929) de Dziga Vertov, llegando a películas tan disímiles como Tausendjahrekino (1995) de Kurt Kren y A Darkness Swallowed (2006) de Betzy Bromberg. Incluso la relación de la palabra y la imagen termina resultando muy sugestiva en este sentido metadiscursivo, especialmente la reiteración de la palabra "movimiento", como si Harvey Milk se refiriese a la esencia de la representación cinematográfica.
Pero 575 Castro St., a diferencia de Joy of Life, no tiene una mirada documental muy frontal y clara, porque se deja fascinar por una ficción: por la teatralidad disimulada de ese espacio falso, de ese set que revive con una técnica prolija y exacta el local original de fines de los setenta. Por eso, también el corto de Olson puede ser una síntesis de aquellos que se apropian de Hollywood para degradarlo, para encontrar en su revés el mismo encanto que en su cara oficial, para volverlo ajeno y también idéntico a sí mismo, como mirándolo con un ojo crítico encandilado de pop, igual que lo hicieron cineastas pioneros del glamour degradado como Kenneth Anger, Jack Smith, Andy Warhol, John Waters, Manuel Puig (sí, Puig, ese de General Villegas, el mismo, ¿acaso no es también el libro La traición de Rita Hayworth una película imposible, de esas que el underground nos tiene mal acostumbrados?). Olson le roba a la producción de Gus Van Sant unos minutos de la soledad de esa obra de arte de la reconstrucción escenográfica que es la restauración del local de la calle Castro, de alguna manera el colmo del artificio hollywoodense, pero lo registra de tal manera que lo convierte en un objeto cinematográfico todavía inadmisible para el cine industrial que lo parió; por la aspereza, ritmo y simpleza de 575 Castro St. ni siquiera podría ser asimilado por una ficción más abierta y heterogénea como la de Gus Van Sant (como dice en esta entrevista, al momento de hacer su corto, Olson no sabía que la película de Van Sant iba a usar parte del contenido de la cinta de Milk, en versión estilizada, claro, por una relectura de Sean Penn. Por eso el corto también funciona como la contracara exacta de esa relectura, dejando al descubierto lo que Van Sant elije no decir de la mirada de Milk). Inaceptable por los tiempos y la lógica del cine mainstream, 575 Castro St. muestra los límites de la mirada del otro, expandiendo las posibilidades del cine, como toda buena obra experimental. Olson, de alguna manera, hace eso mismo que proclamaba Harvey Milk y que, por momentos, también hace Van Sant, en esta y en algunas de sus otras películas: que el hecho de salir a la luz sea una forma plenamente política, estética, radical, crítica y fascinante en su rebeldía.

Personalmente, y aunque parezca algo paradójico, por la manera de encontrar el rincón donde ubicarse y revelar otro punto de vista para contar la pasión y la inteligencia de Milk, al mismo tiempo que restituye la historia de una resistencia, creo que este corto de Olson tiene la misma fuerza que el cover de los Dead Kennedys de "I Fought the Law", quizás la canción de resistencia con más covers punks, que la banda de San Francisco reescribió desde el punto de vista del asesino de Milk, Dan White, y que se editó en ese bloque-monstruo en forma de disco compilatorio explosivo llamado Give Me Convenience or Give me Death. Ufff, perdón, me quedó larguísima esta oración.

Apéndice: Framento del tape escuchado en el corto de Jenni Olson:
This is Harvey Milk speaking from the camera store on the evening of Friday, November 18. This is to be played only in the event of my death by assassination. I fully realize that a person who stands for what I stand for, an activist, a gay activist, becomes a target or the potential target for somebody who is insecure, terrified, afraid, or very disturbed themselves. Knowing that I could be assassinated at any moment, any time, I feel it's important that some people know my thoughts. And so the following are my thoughts, my wishes, and my desires, whatever, and I'd like to pass them on and have them played for the appropriate people.

[…]

I have never considered myself a candidate. I have always considered myself part of a movement, part of a candidacy. I considered the movement the candidate. I think I wish I had time to explain everything I did, almost everything was done with an eye on the gay movement.

The other aspect of this tape is the business of what should happen if there is an assassination. I cannot prevent some people from feeling angry and frustrated and mad, but I hope they will take that frustration and that madness and instread of demonstrating or anything of that type, I would hope they would take the power and I would hope that five, ten, one hundred, a thousand would rise. I would like to see every gay doctor come out, every gay lawyer, every gay judge, every gay […], every gay architect come out, stand up and let that world know. That would do more to end prejudice overnight than anybody would imagine. I urge them to do that, urge them to come out. Only that way will we start to achieve our rights. I hope there are no religious services. I would hope that there are no services of any kind, but I know some people are into that and you can't prevent it from happening, but my God, nothing religious. Until the churches speak out against the Anita Bryants who have been playing gymnastics with the Bible, the churches which remain so quiet have the guts to speak out in the name of Christianity or Judaism or whatever they profess.

[…]

That’s all I ask. That’s all. I ask for the movement to continue, for the movement to grow, because last week I got a phone call from Altoona, Pennsylvania, and my election gave somebody else, one more person, hope. And after all, that's what this is all about. It's not about personal gain, not about ego, not about power -- it's about giving those young people out there in the Altoona, Pennsylvanias, hope. You gotta give them hope.

Aclaración: Los trece minutos del tape original no los encontré trascriptos en internet. Para facilitar esta trascripción del audio defectuoso se usaron principalmente como base las citas que circulan en Wikiquote y un artículo de New Gay, ambos sitios no escucharon el tape original sino que citan el texto según la biografía de Randy Shilts, The Mayor of Castro Street: The Life and Times of Harvey Milk (1982). El texto de Wikiquote, como la mayoría de lo que circula del tape de Milk citado o reproducido en internet, incluso en la película de Van Sant, elude la parte sobre las religiones (tal vez por una cuestión de censura). Por eso, en el citado artículo de New Gay, Philip Clark no puede encontrar la raíz de otra famosa cita antireligiosa de Milk, que tal vez esté en alguna cinta que ya no exista y que nunca fue completamente trascripta. Después de que el corto de Olson fuese puesto online, algunos copiaron el audio de su reedición del tape de Milk para hacer horribles montajes de imágenes que se pueden ver en youtube.
Donde aparece […] en el texto, no es que quise resumir sino que hay un fragmento que no pude transcribir, por falta de dedicación y destreza auditiva. Cualquier contribución para completar o corregir el texto será bienvenida. Cuando tenga tiempo prometo traducirlo para quienes no lean inglés.

sábado, 7 de febrero de 2009

El video Las cenizas


En el inminente 2° Festival de Cine de Gualeguaychú vuelven a proyectar Si fuera yo un helecho... (Que ne suis-je fougère...), segunda película de Nicolas Azalbert. Abajo copio el texto que escribí en el catálogo del Festival de Mar del Plata de 2006, más una entrevista que le hice por mail en ese momento.

Basado en el libro autobiográfico La Morue de Brixton (El Bacalao de Brixton) del escritor/falsificador Timour Sergueï Bogousslavski, la segunda película de Azalbert mezcla fragmentos de películas, TV, pinturas y metraje propio en súper ocho, con músicas diversas (Mogwai, Chango Spasiuk, Georges Bizet), para convertirse en un verdadero maremágnum (= Abundancia de una cosa. Reproducción de un escrito, pintura, etc. Imitación servil de una obra. Imitación de una persona.). Si fuera yo un helecho es abundancia, confusión y reproducción: Azalbert replica con sus imágenes contemplativas el discurso poético, enfático, contrahegemónico y errante de Bogousslavski, pero también del último Jean-Luc Godard, en un doble gesto de falsificación, para desarrollar diálogos entre formas, con una mirada en busca permanente de lo impropio de las cosas. De esta manera, Azalbert convierte al video en el arma más efectiva para interrogarse sobre el mundo y la falsificación; o sobre la poesía y el amor, hechos que se consuman justo en la confusión de aquellas dos cosas.

Entrevista con Nicolas Azalbert, publicada el 12 de marzo de 2006 en El diario del Festival.
Un caso atípico en el reciente cine argentino: hace unos cuatro años, como corresponsal de la revista Cahiers du cinéma, Nicolás Azalbert aterrizó en el país para realizar una nota sobre la producción de películas de realizadores jóvenes, y terminó asimilado al objeto de su investigación. Hasta el momento, Azalbert ya dirigió dos películas en Buenos Aires: …Si no me ahogo (... Sinon j'étouffe, 2003), presentada en su momento en el Bafici, y Si fuera yo un helecho… incluida como una de las nueve películas de esta edición de Vitrina Argentina, tras participar de los festivales de Marsella, Quito y Torino. Con un estilo muy experimental, mezcla de influencias y de planteos originales, el cine de Azalbert se dispara en caminos y texturas que configuran zigzags, andando entre la reflexión y la narración, entre la biografía propia y la ajena. En primer término, la película es la adaptación de una autobiografía de Timour Sergueï Bogousslavski leída por él mismo. Pero sobre todo, Si fuera yo un helecho… es la apología de la vida como creación constante, de la disolución de la barrera entre el mundo íntimo y el arte. Las películas de Azalbert bien podrían definirse con la frase de Blaise Cendrars, el escritor que tomará como base para la adaptación de su próxima película: “Por desgracia ignoraba, nunca había imaginado, que podíamos renacer de nuestras cenizas, que la muerte del corazón puede ser un estimulante para el espíritu, una fuerza de creación, y que si sabemos crearnos un universo como Dios, vivimos en él por la eternidad porque la creación es indestructible.”

¿Cuál fue tu primera aproximación a Timour Sergueï Bogousslavski?
El libro de Bogousslavski, El Bacalao de Brixton, lo había robado en una librería el amor perdido de mi vida para regalármelo. Era para ella un libro muy querido. El libro se quedó durante cinco años en mi mesa de luz y lo leí de un tirón en París, después de la realización, acá en Argentina, de mi ópera prima, …Si no me ahogo, una carta de amor para esta chica. Supe leyendo el libro que iba a adaptarlo al cine para servirme de su estilo, de su filosofía y de su vida, para volver a contar mi historia de amor.

La película es un cruce de líneas paralelas que nunca parecerían poder cruzarse. Aquella era exactamente la idea de la película: cruzar dos líneas paralelas.
Extracté pasajes del libro para reconstruir y apropiármelo con un orden y un sentido míos, compartiendo y respetando los del libro. No es simplemente la alternancia de los textos del autor y de mis planos, sino la contaminación de ambos entre sí. Cada plano que (pro)puse entre dos textos leídos por el escritor, tiene cuatro niveles de interpretación posibles, diferentes y simultáneos con cada texto: uno personal que solamente puedo entender yo, uno amoroso que solamente podemos entender la chica y yo, uno literario que solamente pueden entender los lectores del libro y uno cinematográfico para que todos los otros puedan entender algo de la película.

¿Cómo trabajás el desarrollo del guión?
Soy incapaz de escribir un guión. Me asombro siempre que se dan subsidios a partir de un guión literario. Tengo miedo de no poder conseguir jamás plata para dirigir (pagué yo mis dos primeras películas). El cine para mí es un pensamiento específico basado en combinaciones entre imágenes y sonidos, entre tiempo y espacio; no la simple ilustración de un guión literario.

¿Tenés algún próximo proyecto?
Voy a acercarme, otra vez, a un escritor que acabo de encontrar y, como cada encuentro, el descubrimiento de su obra llega exactamente al momento perfecto para cerrar la trilogía que había empezado con mis dos primeras películas. La Brasa Las Cenizas va a ser una invitación al viaje a través de la vida, los escritos y los países recorridos por el escritor francés Blaise Cendrars (1887 – 1961). La película nos llevará entonces desde Suiza hasta África, desde Brasil hasta Rusia, desde Italia hasta Estados Unidos, desde Pascua de Resurrección hasta Moravagine, desde La Prosa del Transiberiano hasta Barloventear, desde El Sin nombre hasta El Hombre fulminado. Nacido como Frédéric Louis Sauser, Blaise Cendrars (seudónimo que viene de las palabras “braise” = “brasa” y “cendres” = “cenizas”), nació una segunda vez en 1915 cuando, durante la Primera Guerra Mundial, una explosión le sacó el brazo derecho, nada menos que su brazo de escritor. Volviéndose “el poeta de la mano izquierda”, Cendrars renace, se reconstruye y realiza una obra situada bajo la influencia del rayo. Un rayo que aparece como signo de muerte tanto como fuente de vida. Igual a las rupturas marcadas (pero con ecos y repeticiones secretos) adentro de la obra de Cendrars –época de los poemas, de las novelas, del periodismo y de las memorias– la película va a favorecer la (falsa) improvisación, las rupturas (calculadas) de tono y la sorpresa que contiene la rapsodia (refiriéndose a las Rapsodias Gitanas de Cendrars). Saltando musicalmente del documental puro (los países y los paisajes recorridos) a la ficción (reconstrucción de secuencias pasadas), pasando por el experimental (collages de fragmentos de películas, de publicidades, de noticieros). En La Brasa Las Cenizas voy a producir el relato de un renacimiento a través y gracias a la escritura. Cinematográfica, por supuesto.

Reina Mama


En el diario El Día de Gualeguaychú, hoy se publicó una nota sobre el corso Matecito, que empezó ayer, viernes 6 de febrero. Matecito se realiza todos los viernes de febrero y es una versión barrial, popular, del carnaval Hi Tech del corsódromo, donde desfilan comparsas fastuosas cada sábado. Sobre la noche de apertura de Matecito, El Día informó: "La inauguración de la pasarela de calle Estrada estuvo en manos de la murga 'Vieja Fantasía' del director Rubén Hernández, donde al momento del desfile se homenajeó con una plaqueta a Juancho Martínez y Pablo Weigandt, dos ex integrantes de 'La Barra Divertida', una murga de jóvenes que nació en el 1957 que en los años siguientes logró prestigio como la más esplendorosa del carnaval de Gualeguaychú".
Si quieren saber por qué Juancho Martínez se merece esa plaqueta pueden leer acá.

viernes, 6 de febrero de 2009

No me libro del fascismo


Parece que un post de agosto de este blog hizo que alguien de otro blog, en pleno verano porteño, tratase de comprar el libro de Michel Onfray Los vientres de los filósofos. Crítica de la razón dietética para devorarlo como hedonista lectura de vacaciones. Yo el libro lo compré hace casi un lustro en un puestito de los que rodean el Parque Centenario, me lo vendió un gran librero de barba cana que atiende uno de esos carcachos de chapa cargados de páginas usadas; ya en esa época estaba descatalogado de las librerías de cemento. Por eso, la odisea correntina del blogger fue infructuosa, y lo que le pasó lo cuenta en este otro blog sobre el fascismo saludable.