sábado, 7 de febrero de 2009
El video Las cenizas
En el inminente 2° Festival de Cine de Gualeguaychú vuelven a proyectar Si fuera yo un helecho... (Que ne suis-je fougère...), segunda película de Nicolas Azalbert. Abajo copio el texto que escribí en el catálogo del Festival de Mar del Plata de 2006, más una entrevista que le hice por mail en ese momento.
Basado en el libro autobiográfico La Morue de Brixton (El Bacalao de Brixton) del escritor/falsificador Timour Sergueï Bogousslavski, la segunda película de Azalbert mezcla fragmentos de películas, TV, pinturas y metraje propio en súper ocho, con músicas diversas (Mogwai, Chango Spasiuk, Georges Bizet), para convertirse en un verdadero maremágnum (= Abundancia de una cosa. Reproducción de un escrito, pintura, etc. Imitación servil de una obra. Imitación de una persona.). Si fuera yo un helecho es abundancia, confusión y reproducción: Azalbert replica con sus imágenes contemplativas el discurso poético, enfático, contrahegemónico y errante de Bogousslavski, pero también del último Jean-Luc Godard, en un doble gesto de falsificación, para desarrollar diálogos entre formas, con una mirada en busca permanente de lo impropio de las cosas. De esta manera, Azalbert convierte al video en el arma más efectiva para interrogarse sobre el mundo y la falsificación; o sobre la poesía y el amor, hechos que se consuman justo en la confusión de aquellas dos cosas.
Entrevista con Nicolas Azalbert, publicada el 12 de marzo de 2006 en El diario del Festival.
Un caso atípico en el reciente cine argentino: hace unos cuatro años, como corresponsal de la revista Cahiers du cinéma, Nicolás Azalbert aterrizó en el país para realizar una nota sobre la producción de películas de realizadores jóvenes, y terminó asimilado al objeto de su investigación. Hasta el momento, Azalbert ya dirigió dos películas en Buenos Aires: …Si no me ahogo (... Sinon j'étouffe, 2003), presentada en su momento en el Bafici, y Si fuera yo un helecho… incluida como una de las nueve películas de esta edición de Vitrina Argentina, tras participar de los festivales de Marsella, Quito y Torino. Con un estilo muy experimental, mezcla de influencias y de planteos originales, el cine de Azalbert se dispara en caminos y texturas que configuran zigzags, andando entre la reflexión y la narración, entre la biografía propia y la ajena. En primer término, la película es la adaptación de una autobiografía de Timour Sergueï Bogousslavski leída por él mismo. Pero sobre todo, Si fuera yo un helecho… es la apología de la vida como creación constante, de la disolución de la barrera entre el mundo íntimo y el arte. Las películas de Azalbert bien podrían definirse con la frase de Blaise Cendrars, el escritor que tomará como base para la adaptación de su próxima película: “Por desgracia ignoraba, nunca había imaginado, que podíamos renacer de nuestras cenizas, que la muerte del corazón puede ser un estimulante para el espíritu, una fuerza de creación, y que si sabemos crearnos un universo como Dios, vivimos en él por la eternidad porque la creación es indestructible.”
¿Cuál fue tu primera aproximación a Timour Sergueï Bogousslavski?
El libro de Bogousslavski, El Bacalao de Brixton, lo había robado en una librería el amor perdido de mi vida para regalármelo. Era para ella un libro muy querido. El libro se quedó durante cinco años en mi mesa de luz y lo leí de un tirón en París, después de la realización, acá en Argentina, de mi ópera prima, …Si no me ahogo, una carta de amor para esta chica. Supe leyendo el libro que iba a adaptarlo al cine para servirme de su estilo, de su filosofía y de su vida, para volver a contar mi historia de amor.
La película es un cruce de líneas paralelas que nunca parecerían poder cruzarse. Aquella era exactamente la idea de la película: cruzar dos líneas paralelas.
Extracté pasajes del libro para reconstruir y apropiármelo con un orden y un sentido míos, compartiendo y respetando los del libro. No es simplemente la alternancia de los textos del autor y de mis planos, sino la contaminación de ambos entre sí. Cada plano que (pro)puse entre dos textos leídos por el escritor, tiene cuatro niveles de interpretación posibles, diferentes y simultáneos con cada texto: uno personal que solamente puedo entender yo, uno amoroso que solamente podemos entender la chica y yo, uno literario que solamente pueden entender los lectores del libro y uno cinematográfico para que todos los otros puedan entender algo de la película.
¿Cómo trabajás el desarrollo del guión?
Soy incapaz de escribir un guión. Me asombro siempre que se dan subsidios a partir de un guión literario. Tengo miedo de no poder conseguir jamás plata para dirigir (pagué yo mis dos primeras películas). El cine para mí es un pensamiento específico basado en combinaciones entre imágenes y sonidos, entre tiempo y espacio; no la simple ilustración de un guión literario.
¿Tenés algún próximo proyecto?
Voy a acercarme, otra vez, a un escritor que acabo de encontrar y, como cada encuentro, el descubrimiento de su obra llega exactamente al momento perfecto para cerrar la trilogía que había empezado con mis dos primeras películas. La Brasa Las Cenizas va a ser una invitación al viaje a través de la vida, los escritos y los países recorridos por el escritor francés Blaise Cendrars (1887 – 1961). La película nos llevará entonces desde Suiza hasta África, desde Brasil hasta Rusia, desde Italia hasta Estados Unidos, desde Pascua de Resurrección hasta Moravagine, desde La Prosa del Transiberiano hasta Barloventear, desde El Sin nombre hasta El Hombre fulminado. Nacido como Frédéric Louis Sauser, Blaise Cendrars (seudónimo que viene de las palabras “braise” = “brasa” y “cendres” = “cenizas”), nació una segunda vez en 1915 cuando, durante la Primera Guerra Mundial, una explosión le sacó el brazo derecho, nada menos que su brazo de escritor. Volviéndose “el poeta de la mano izquierda”, Cendrars renace, se reconstruye y realiza una obra situada bajo la influencia del rayo. Un rayo que aparece como signo de muerte tanto como fuente de vida. Igual a las rupturas marcadas (pero con ecos y repeticiones secretos) adentro de la obra de Cendrars –época de los poemas, de las novelas, del periodismo y de las memorias– la película va a favorecer la (falsa) improvisación, las rupturas (calculadas) de tono y la sorpresa que contiene la rapsodia (refiriéndose a las Rapsodias Gitanas de Cendrars). Saltando musicalmente del documental puro (los países y los paisajes recorridos) a la ficción (reconstrucción de secuencias pasadas), pasando por el experimental (collages de fragmentos de películas, de publicidades, de noticieros). En La Brasa Las Cenizas voy a producir el relato de un renacimiento a través y gracias a la escritura. Cinematográfica, por supuesto.
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