sábado, 9 de agosto de 2008

Pin Art


Danny Williams era un fantasma hasta hace un par de años, cuando su sobrina, Esther Robinson, comenzó a investigar la vida de su tío y encontró las películas y los testimonios de los que conocieron a este cineasta y amante de Andy Warhol. Robinson estuvo por Buenos Aires en el último Bafici, presentando el documental que dirigió sobre su tío y algunas de las películas encontradas que Danny Williams filmó, pero nunca editó, en su tiempo de la Factory, antes de hacerse humo.
El miércoles pasado, 6 de agosto, fue el cumpleaños de Andy Warhol, y lo celebré usando un regalo que me dio Esther: un pin con la imagen de Warhol del fotograma de una película de Williams, mi más preciada escarapela pop.
Y hoy seguiré festejando gracias a que toca normA en Plasma, Piedras 1856, y seguro la banda platense cantará, a su manera, el cumpleaños feliz con la canción Warhol.
Abajo copio el texto que escribí para el catálogo del Bafici a propósito de la película de Esther Robinson: A Walk into the Sea: Danny Williams and the Warhol Factory.

El mundo del arte del siglo XX tuvo su quiebre definitivo con una invención de Andy Warhol: The Factory, o la Fábrica. Cambiando definitvamente el clásico atelier del pintor por un lugar colectivo, orgiástico y multidisciplinario, Warhol puso en crisis la idea de producción artística, afectando las nociones de obra y belleza con su pop art, que comenzaba por bautizar a su usina creativa con el nombre del espacio capitalista por excelencia. Reinventando las formas de creación grupal, la Fábrica llegó a constituirse, entre otras cosas, en un estudio de cine anti-Hollywood donde se produjeron las más insólitas películas underground, que el lúcido Manny Farber celebraba desde sus críticas tanto como a la desprestigiada clase B de la época. Desde 1963, el cine de Warhol reunió películas que muchas veces no estaban ni firmadas ni filmadas por él, sino que sólo eran presentadas, estimuladas, intervenidas y distorsionadas desde ese espacio que él posibilitó. Como se puede decir "una película de la Warner", de la Metro, de la Fox, también debería poder decirse "una película de la Warhol".
Danny Williams fue uno de los tantos amantes de Warhol y uno de los obreros más fantasmales de la Fábrica. Desaparecido misteriosamente en 1966, su rol como cineasta quedó archivado en la memoria imprecisa de unos pocos, y sus películas se esfumaron. Alrededor de cuarenta años después, su sobrina Esther Robinson comenzó una investigación sobre su tío, que la llevó a encontrar la obra perdida de Williams y a realizar un documental donde los sobrevivientes de la Fábrica discuten sobre la autoría, la realidad, la ficción y el mito: temas centrales del mundo de Warhol, pero sobre todo de la Historia del cine. Por suerte, Robinson no encuentra muchos acuerdos ni demasiadas certezas, todo se desvanece un poco en el tiempo y en las memorias, y las imágenes cinematográficas no sirven como pruebas cabales porque no quieren perder su inquietante ambigüedad. No importa, porque de todas maneras A Walk into the Sea termina demostrando dos cosas muy importantes: 1) que Warhol tenía razón, porque hasta Danny Williams tiene ahora sus quince minutos de fama; y 2) que la Historia del cine fue, es y seguirá siendo un cuento de fantasmas.

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