Si bien se tiene por principal fecha de inicio de la Segunda Guerra Mundial al 1 de septiembre de 1939, y por eso en estos días los medios insistieron en recordar los 70 años de su natalicio, también se podría tomar al 2 de septiembre de 1945 como fecha de finalización, aunque pocos señalan este dato para celebrar algún tipo de aniversario. ¿Por qué los medios preferirán la fecha de inicio a la del fin? ¿El fin no justifica los medios? ¿Es una cuestión de principios?
Pero Quentin Tarantino prefirió otro camino para su hommenage a la WWII: fue a la raíces para reinventar el fin, en una nueva forma de plantear esos juegos temporales que son marca de su fábrica de pesadillas pop. Ya es sabido que a Tarantino siempre le gustó, como buen cinéfilo descentrado, poner patas para arriba al cosmos cinematográfico, mezclar tics modernos con gestos clásicos a modo de repaso a velocidad de fast-forward/fast-rewind del fuera de control remoto de sus ojos de videotape donde desfilaba la historia del cine mientras trabajaba en un videoclub. Con Bastardos sin gloria, a la primera ojeada, el amor de Tarantino por el cine europeo parece asaltar a la vista, y sí, es verdad, pero esto no es nuevo porque cierto impresionismo europeo ya delimitaba al neonoir de las primeros película (Melville y Godard, por ejemplo, eran tan fundamentales para entender su cinema of cool como lo son André de Toth o Sam Fuller). Además, agreguemos que el film noir es un invento de la crítica francesa para denominar a películas producidas por estadounidenses, y más que ningún otro estilo cinematográfico, marca y diluye la frontera entre el cine europeo y el estadounidense. Y si consideramos que el film noir se desarrolló alrededor de la WWII (para muchos teóricos su fecha de inicio es alrededor de 1941, con El halcón maltés) entonces adquiere más sentido que Tarantino vuelva a retomar este género-estilo-serie desde nueva película, luego de haberlo desarrollarlo en su tríptico inicial (Reservoir Dogs, Pulp Fiction y Jackie Brown). Como de alguna manera dice el siempre subvalorado Edward Dmytryk: la relación del film noir y la WWII es un duelo de balas cruzadas (a propósito, Crossfire es al film noir de posguerra lo que Bastardos sin gloria es al neonoir). Pero claro, como buen ejecutor del neonoir (pero nunca, nunca retronoir, ¡vade retro!), no esperen el canónico chiaroscuro, ni otros clisés del estilo visual retronoir porque Tarantino entiendió que el film noir no es una plantilla de elementos estilísticos sino un modo de (des)hacer cine. Pero igual la femme fatale está, claro, en versión neo y firme junto al cinéfilo que la quiera ver desfigurada, agigantada por el primer plano más bestial, explosivo y fatal que casi ninguna apocalíptica viuda negra tuvo en la historia del cine, y que equipara en potencia al fuera de foco vaporoso de la más inglorious Norma Desmond: I'm ready for my close-up.
En el número 208 de El Amante publiqué una nota sobre la última película de Tarantino y se la dediqué a otra neofemme fatale Pola Oloixarac. Y en su blog, Pola digitó-digitalizó partes de la nota.
Mil gracias por ese post tan cariñoso, Pola.
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