En el camino de restituir el valor crítico del sexo y la violencia, Albertina Carri se adentra en la experiencia onírica que el cine libre debe recuperar. Gracias a La Rabia, los sueños que dan razón al cine producen monstruos. Esos monstruos que horrorizan sólo porque habitan en nuestro interior y que sólo algunos reconocen como parte de nuestra cultura y nuestra barbarie. Aunque los sigan evitando, siempre hay un bisturí inteligente, como el de Carri, que nos extirpa y nos enfrenta a toda la primitiva densidad de nuestros sueños más monstruosos.
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