Fred Astaire y Cyd Charisse bailan entre arreglos florales sinfónicos. Un ballet de manos que dibuja guirnaldas en el aire. 30.000 páginas ametralladas con una Remington que viven pendientes de la hora. Un canto de vírgenes y castañuelas marcando un tic-tac marica y revolucionario. Todo esto (y muchas más fantasías documentales) se puede ver en Santiago de João Moreira Salles, caleidoscopio único, que incluye autorreferencialidad brutal, alegría fúnebre y otras sensibilidades de difícil nomenclatura. Por eso, si pasan los sábados, a las 19, por Fundación Proa, podrán ponerle el nombre que quieran a la experiencia Santiago. Y si linkean con el Soy online, cualquier día a cualquier hora, leerán un poquito más sobre la película del mayordomo justiciero.
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