
En la celebración del fuego todos/as somos motorizados/as. Rara comunión plenaria en los recitales donde arden pirotécnicos los ruidos entre la destrucción total y la pasión por el renacer de la galaxia. Siempre que no estamos lejos, en otra galaxia, estamos ahí: comulgando entre todos/as, en los pogos paganos más mezclados. Ahí germinó una banda, entre un público que quiere ser musical y deportivamente ritualista. Y, de alguna manera, pertenezco a esa banda sin carnet, sin cuota al día, como me pasa en casi todas las bandas a las que pertenezco (como buen seguidor de la filosofía marxista: "No deseo pertenecer a ningún club que acepte como socio a alguien como yo"). Igual, el cariño, la hermandad espacial, existe entre todos/as, cuando abrazados sin conocernos aullamos cualquiera de esas canciones que nos hacen tanto mal que por bien no venga. Y como el cibernauta voyeur que soy, encuentro todos esos gestos virtuales que hacen del mundo algo más habitable (como estas palabras de elpanicplay en el flog de la banda).
La foto de arriba, que pertenece al último show del Marquee de este diciembre final, es de Brixie, otra de la banda, con quien no tengo el gusto pero que intuyo que alguna vez le di algún topetazo sin saberlo, provocando algún fuera de foco, alguna foto corrida, entre las tantas que obtiene de su obsesiva pulsión por el click digital con que retrata cada movimiento motorizado. Y si quieren investigar a los/as miembros desmembrados de la banda de Él mató a un policía motorizado, lo pueden hacer en este link de Vienen Bajando, el sitio creado por Mariano, otro bandido, con quien sí tengo el gusto.