jueves, 16 de agosto de 2012

Por arte de magia

Estoy endemoniado por culpa del Michael Chabon. Las primeras páginas de su libro The Amazing Adventures of Kavalier & Clay son una tortura para mí: es como si alguien me estuviese haciendo "el submarino" y ahora voy a estar sin poder respirar bien, asfixiado, hasta terminar de leer la novela. "To me, Clark Kent in a phone booth and Houdini in a packing crate, they were one and the same thing", es una idea inicial potente, el choque de dos imágenes/universos que hacen de la conjunción un tremendo ejercicio de imaginación, casi diabólico. Y además, ese choque tiene un profundo impacto personal, activa como pocas cosas mi memoria emotiva: fui mago y soy un comic nerd. De hecho, estudié magia con dos magos, Charly Brown y Kartis, durante varios años de mi vida, más de los que estuve dando vueltas por cualquier universidad. Y fui socio de la Entidad Mágica Argentina (EMA), asistiendo durante años a sus reuniones semanales, además de participar en varios congresos y conferencias con magos extranjeros. Aunque tenía más afición por la cartomagia, también hice aparecer y desaparecer palomas en shows para niños, en teatros, incluso participé de un homenaje al gran Fu-Manchú en 1994, que fue registrado en un video por el mago Rodó. Fui un aplicado y estudioso de la prestidigitación, me rateaba al colegio para leer complicados libros en inglés sobre magia (si eso no es escapismo, ¿qué es?). 
Recuerdo que en el examen "teórico" para ingresar a la EMA, a principio de los 90, me preguntaron el nombre auténtico de Harry Houdini: ¡y yo lo sabía!

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