lunes, 19 de diciembre de 2011

¡Trulalá!


Exposición de historietas, domingo a la tarde del final de esta primavera. La gacetilla del evento decía que se trataba de "La Expo del Mundo Fantástico más Grande de la Argentina. Comics, Manga, Anime, Ciencia Ficción y todo el Mundo Fantástico en un solo lugar", muchas mayúsculas anunciaban un engaño seguro, así que iba preparado. Me cruzo la Capital para llegar a un galpón con gente transpirando mares que recorre dos pisos de stands con muñecos de todo tipo y tamaño. Estoy solo y me encuentro únicamente con dos conocidos, tenemos una charla cien por cien idiota y desinteresada que se interrumpe por sus entusiasmos con un pibe que pasa disfrazado de un súper héroe que desconozco; mientras me alejo ellos se sacan una foto con él y no entiendo si lo hacen con seriedad nerd, con ironía irresponsable o solamente con fanatismo desbordado.
Camino stand por stand y veo que hay poca, poquísima historieta impresa (que era lo que iba a buscar): me doy cuenta, un poco tarde, tardísimo que ya el cómic está en una etapa post-papel, que somos minoría quienes nos interesamos en comprar libros y revistas, que todo el mundo baja cómics por internet y que no es negocio que las comiquerías lleven cajas y cajas de ediciones impresas que no van a vender a nadie. Igual consigo algunas cosas que me interesan, el primer tomo compilatorio en inglés de House of Mystery, varios números (también en inglés) de Fantastic Four y The Spirit, y una edición impecable en castellano de una meta-historieta a color de Charles Burns que atraviesa el mundo de Tintín a partir de los planteos de Burroughs (una genialidad de dimensiones cósmicas, algo así como una aventura Elseworld de avant-garde lisérgico).
Ya estaba bastante satisfecho con mi mochila cargada de casi mil páginas nuevas. Y antes de volver a cruzar la ciudad, decido echarme un cloro en el baño de la exposición. La experiencia me confirmaba que podía pasar cualquier cosa detrás de la puerta de un baño público. Pero, de verdad, esta no me la esperaba: Hijitus o Súper Hijitus, no llegué a saberlo, estaba cambiándose en uno de los privados, con la puerta abierta y su sombreritus tirado en el piso cerca de los mingitorios. Como pueden ver arriba, saqué una foto con el celular para capturar esa viñeta perturbadora y porque sabía que nadie me iba a creer. Salí del baño sin hacer la descarga urinaria correspondiente, prefería huir antes de ver a un ídolo de mi niñez en alguna situación escatológica o de algún otro tipo y factor que García Ferré no hubiese ni autorizado ni dibujado. ¿El personaje se rebeló a su creador? ¿Era Hijitus un exhibicionista o un asqueroso? ¿O estaba con diarrea estival precoz y se ponía un pañal de Oaky? ¿Hay una oscuridad en el universo de García Ferré que todavía no salió a la luz? ¿O simplemente se trataba de alguien que había inspirado la versión de Jorge Guinzburg de "Súper Pijitus"? No lo sé, prefiero seguir sin tener ninguna respuesta. De lo que estoy seguro es que en ese galpón había mucha gente dispuesta a sacarse fotos con cualquier Hijitus de vecino, tenga el olor que tenga. Y por eso brindamos.

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