miércoles, 15 de junio de 2011

Peinado alto modernismo


"En 1951, Jorge Luis Borges dijo que 'cada escritor crea sus propios precursores'. Lo mismo puede aplicarse a los hacedores de imágenes. Tras La novia de Frankenstein, tras la aparición de la eléctrica Elsa Lanchester con su cabellera torrencial y escandalosa, que se entrega (o no quiere entregarse) al heredero de Adán, la Novia pertenece a un grupo de novias -del cine, de la pintura, de la fotografía y del arte de la instalación- que, sorprendidas en su propia luz, vuelven a reflejar algunas de sus aterradoras facetas." Así empieza el capítulo noveno del ensayo que Alberto Manguel escribió sobre La novia de Frankenstein (1935) de James Whale. Hace cinco años publiqué un texto de ese libro de Manguel en la revista El Amante, hoy lo reescribiría, pero copio abajo un fragmento tal cual fue publicado originalmente. A qué viene esta evocación de Lanchester y sus pelos, que mañana, en el ciclo de cine de Diversidad sexual del Malba se pasa la película de Whale.

La novia de Frankenstein
de Alberto Manguel
Editorial Gedisa, Barcelona, 2005.

A pesar de que su desarraigo inquieto lo hace ser un viajero incansable por libros y países de índole diversa, incluso imaginarios, Manguel es argentino y tuvo su educación sentimental al ser uno de los elegidos para leerle al Borges infortunado por la ceguera. Esta situación parece más bien fundacional de la sensibilidad de Manguel, a tal punto que le dedica varias páginas en su erudita Historia de la lectura y un libro pequeño llamado Con Borges. Aunque parezca difícil, los rastros borgeanos también existen en este libro sobre La novia de Frankenstein: hay citas a G. K. Cherteston, Goethe, Milton y Thomas de Quincey, algunos de los escritores más frecuentados y discutidos por Borges. Pero esta relación entre los escritores no se queda en el hecho de compartir un campo de referencias común, va más allá gracias a una destreza solapada de Manguel. En una estrategia borgeana en extremo, Manguel se convierte en el Pierre Menard del libro Nueve ensayos dantescos de 1982. Aunque no hay citas directas, Alberto Manguel reescribe la estructura de ese libro de Borges y su espíritu general (de hecho el libro de Manguel se divide “caprichosamente” en nueve capítulos y utiliza mucho de la lógica de la lectura borgeana sobre la obra de Dante). Y esto no parece ser nada inconsciente: en una entrevista Manguel había confesado querer ser autor de aquel libro de ensayos de Borges.
En el último capítulo de La novia de Frankenstein está la única mención explícita a Borges del libro, en una cita al ensayo sobre Kafka de Otras inquisiciones. Curiosamente, esa cita, que hace alusión a que un escritor “crea sus propios precursores”, también podría ser extraída del libro dantesco: “Indagar sus precursores no es incurrir en una miserable tarea de carácter jurídico o policial; es indagar los movimientos, los tanteos, las aventuras, las vislumbres y premoniciones del espíritu humano.” Pero lo más notable, el juego indagatorio que establece Manguel es considerablemente eficaz, valiente y paradójico como el que Borges establece con Kafka y Dante. Manguel vincula la sensibilidad camp de Whale con el alto modernismo, perfilando como precursores de la estética de La novia de Frankenstein (a partir de esa imagen pregnante de Elsa Lanchester en eléctrico peinado punk bicolor) a obras de Fritz Lang, Max Ernst, Man Ray y Marcel Duchamp. Poner un producto popular de Hollywood al mismo nivel de densidad conceptual y estética que los autores de vanguardia mencionados es algo que muy pocos ensayistas pueden hacer con tanta coherencia, se puede enumerar como antecedentes al Parker Tyler de Hollywood Hallucination y al J. Hoberman de ayer, de hoy y de siempre.
Pero lo más notable de este libro de Manguel, escrito en 1997, es que se convirtió en un verdadero precursor del fenómeno Whale que comenzaría un año después. En 1998, James Curtis publicó la ampliación de la (definitiva) biografía James Whale: A New World of Gods and Monsters, cuya primera versión de 1982 fue ampliada en más de doscientas páginas (el texto original de 267 páginas está citado por Manguel). A esto se suma que Dioses y monstruos (1998), dirigida por Bill Condon, fue estrenada el mismo año de la publicación del libro de Curtis. Esta película de Condon, basada en los últimos días de Whale antes de su oscuro suicidio, hizo visible y más popular algunos de los planteos del libro de Manguel y Curtis, llevándolos sabiamente a otra dimensión. Otra vez se confirma la idea borgeana: uno de los pasatiempos preferidos del futuro es inventar su propio pasado. El libro de Manguel es, entonces, un acto premonitorio que confirma la vanguardia del pensamiento.

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