miércoles, 14 de abril de 2010

La grande illusion


A boca de urna, les aviso que una de las candidatas a ganar el premio al hit del Bafici es Le roi de l'évasion de Alain Guiraudie. Ya lo avisé dos veces, pero por las dudas, para convencerlos un poco más, les copio abajo el texto extendido de la presentación del Foco de Guiraudie publicado en el catálogo del festival. Todavía pueden ver todas sus películas; acá están los horarios de cada una. Tercer aviso: después no se quejen.

La gran ilusión
Desde un lugar marginal, absolutamente refractario a influencias cinéfilas directas, Alain Guiraudie fue construyendo la persistencia de una visión que se escurre entre el paisaje abierto por su obra. Y ese paisaje tiene un emplazamiento preciso, el sudoeste francés, tierra natal de este cineasta de Aveyron, ubicada en la región conocida como Mediodía-Pirineos, lo que explicaría ese sol omnipresente en sus películas. Y así el cine de Guiraudie patenta esa abertura luminosa que profundiza su impronta diurna para que soporte enrevesados relatos de sueños lúcidos, porque la consciencia del que sueña es esencial para su estética. No se trata sólo del sueño surrealista como liberación de una libido alucinatoria o del juego narrativo onírico que mezcla imaginación y realidad; se trata también de un permanente desafío de la búsqueda del camino que descontamine los modos cinematográficos de soñar. Porque de Luis Buñuel a David Lynch muchas imágenes y códigos fueron establecidos como convenciones de los soñadores fílmicos, pero Guiraudie huye de esos tópicos como del cine y la cinefilia de sensibilidad urbana. Por el contrario, en sus películas hay algo de seguir soñando con una venturosa y renovada revolución agraria, donde se desarrolle un intercambio distinto de la experiencia de la modernidad. Esa revolución, en tanto quiebre social, económico, estético y sexual (es decir, de todos los regímenes de la realidad), recorre toda la obra de Guiraudie para tramar una suerte de plan de evasión a otros parámetros, tal vez con valores precapitalista; y el puntapié inicial de esta idea está en Ce vieux rêve qui bouge: el cierre de una fábrica, espacio por excelencia del capitalismo, es preámbulo de los largometrajes de bandidos rurales de Guiraudie. Entre bosques, montañas y praderas, los distintos personajes de estas películas tratan de encontrar otra lógica para los intercambios, para las relaciones, para los sueños. Y así se crean experiencias excéntricas en los parajes campestres, donde todos son fugitivos, porque el deseo fluye tanto como el sueño, y nadie puede ser leal traicionando la lógica cambiante de su deseo. Y por eso, justamente, es que el espíritu libertario (en versión algo risueña, hay que decirlo) se hace espacio luminoso en las películas de Guiraudie, porque hay plena claridad de que todo deseo es una fuga permanente fuera de la ley. Y con esa certeza hay que vivir y soñar para poder celebrar sólo las ilusiones que parecen reales, parafraseando a letra de “Pretty Vacant”, canción de Sex Pistols que se escucha en Pas de repos pour les braves. Y tal vez esa imagen diáfana propia del cine de Guiraudie sea la que hoy mejor consiga hacer que el efecto cinematográfico sea esa misma ilusión real.

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